Cuánto disfrutamos en casa el sábado con el partido del Sevilla Fútbol Club frente al Cádiz. Por primera vez en mucho tiempo no pasamos fatiguitas para cerrar el partido, ¡y eso ya es muchísimo! Los aficionados hemos pasado muchas fatiguitas esta temporada, hasta el punto de sufrir tanto si nos metían un gol como si éramos nosotros los que marcábamos. Sin ir más lejos, el martes pasado, cuando, gracias, Bono, estuvimos a punto de tirar dos puntos de los que se echan falta al final por el sumidero.
Jul y Gan estaban muy felices al final del partido, y a mí me contagiaron su alegría, qué quieres que les diga. Sin duda, fue la causa de que la conversación que tuvimos después fue más relajada que otros días. De hecho, tuvo su punto punto filosófico. O más bien psicológico, porque nos dio por alabar la capacidad de Lopetegui para recuperar el ánimo de los jugadores. Y a pesar de que la conversación podría haberse centrado en los números de Youssef En-Nesyri, en su recuperación goleadora tras la final de la Supercopa de Europa, no fue este el objeto de la tertulia sino el de su estado de ánimo. Y más que el del fenomenal delantero marroquí, el de otro futbolista que se está erigiendo como el mejor jugador del Sevilla Fútbol Club: Suso Fernández.
― A cada uno lo suyo― intervino Jul―. Otras veces nos hemos metido con Lopetegui por la poca confianza que da a algunos futbolistas. Pero al que se la da, se la da. Y bien que sabe a quién se la tiene que dar.
― Estoy de acuerdo― afirmó Gan―. Fíjate cómo ha cambiado En-Nesyri, lo que es capaz de hacer ahora con la pelota, además de marcar goles. Pero lo de Suso es para nota.
― ¿Te acuerdas de que no era capaz de ganar una carrera? ― recordó Jul ―. Ni Es increíble cómo ha cambiado, la cantidad de jugadas que intenta, los balones que filtra…
Los tres comentamos lo felices que estábamos con el cambio tan radical de Suso y cómo esto se debía a la confianza que el entrenador vasco le ha dado.
― Antes no se movía de la banda, parecía que le daba miedo― afirmó Gan―. Pero, desde que ha ganado en confianza, se atreve a salir de la cal, a buscar otras zonas. Ahora se da a sí mismo una libertad que antes no asumía, y eso rompe a los equipos contrarios, porque nuestro sistema deja de ser predecible.
― ¿Prede qué? ― preguntó Jul, poco acostumbrado a las palabras un tanto rebuscadas que usa Gan cuando está contento.
Durante semanas habíamos discutido en casa acerca de quién debía asumir los galones tras la marcha de Banega. Lo hicimos hasta la saciedad, entendiendo que había que tener un jugador similar al mediocampista rosarino. Nunca era una opinión firme, y no porque no afirmásemos con vehemencia que era tal o cual jugador su verdadero reemplazo, sino porque cambiábamos de criterio con la misma insistencia cada semana.
― El sustituto de Banega tiene que ser Rakitic.
― ¡No, Jordán!
― ¡Ninguno de los dos!, ¡hay que fichar!
Qué más da quién opinase una cosa u otra, si al final nos equivocábamos igual. Y ahora nos hemos dado cuenta de cuál era la respuesta acertada, porque, la cuestión no era buscar un futbolista igual a otro que es inigualable. No había que encontrar un centrocampista que se pareciera, porque la clave no era la posición en el césped sino la magia de las botas.
― ¡Ahora lo entiendo! ― gritó Gan―. Lo importante no era la posición, sino el desequilibrio. Banega era imprevisible. ¡Y Suso también lo es! Y el entrenador lo sabe, y por eso se ha empeñado en recuperarlo para el fútbol. Suso es nuestro Harry Potter, la magia hecha futbolista.
Y así de contentos nos quedamos los tres. Tan contentos que ni los gritos de gol de nuestro vecino verderón nos importunaron. Hoy sabemos que la magia no nos abandonó con destino a Arabia. La magia sigue aquí. Suso se la quedó. Y Lopetegui le ha ayudado a que la muestre.