No jueguen con fuego

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Recién iniciado el mes de noviembre y con apenas seis jornadas disputadas, hacer sentencias firmes es irracional. Caer derrotado en tres jornadas consecutivas ante rivales en teoría inferiores y no analizar las causas, es temerario e irresponsable. Y en sólo dos semanas, tenemos elementos de juicio más que suficientes para diagnosticar el estado mental de la plantilla del Sevilla Fútbol Club. Nada de cansancio, nada de ‘síndrome Champions’, nada de ‘virus FIFA’; se trata de competitividad.

Hagamos memoria. La última vez que nuestro equipo llegó a la última jornada de Liga con opciones de ganarla, en la temporada 2006/07, se entretuvo también en ganar la Copa del Rey, la Copa de la UEFA y la Supercopa de Europa. Fue nuestra época más gloriosa, asentada sobre un funcionamiento de equipo parecido al de una máquina que se arrancaba en cada partido con independencia de quién fuera su rival ni cuál fuera su enjundia. Nuestro jugador franquicia era un joven brasileño de nombre Daniel y apellido Alves que, desde el lateral derecho, era capaz de activar aquella maquinaria que arrasaba en cada encuentro. Al igual que hoy le ocurre a Jesús Navas, Dani Alves era incombustible, lo jugaba todo, hasta el punto de que fue interpelado por ello en una entrevista:

– Oiga, ¿usted no se cansa de jugar tantos partidos sin apenas descanso ni entrenamientos? – venía a preguntarle el periodista.

– Yo no me canso nunca de ganar – contestó aquella estrella mundial en ciernes que puede presumir hoy de ser el futbolista que más títulos colectivos tiene en el mundo.

Lamentablemente, Dani Alves sólo hay uno y difícilmente nuestro Sevilla Fútbol Club encontrará otro jugador con la misma avidez de victorias -el hambre, como se dice hoy estúpidamente-, pero bien haría nuestra actual plantilla en leer las crónicas de aquella maravillosa campaña en la que el Sevilla arrancaba la máquina no sólo en los partidos de relumbrón, sino en todas y cada una de las citas, para así aprender que el triunfo es el mejor antídoto para el cansancio.

La indeseable, aunque plausible, derrota en Granada no se cura con un partidazo en Londres; ni la bochornosa primera parte ante el Eibar se olvida con la aplastante superioridad mostrada ante el devaluado Rennes sin Camavinga ni Nzonzi; como tampoco se paliarán los efectos de la incomprensible imagen en Bilbao con un excelente resultado ante el Krasnodar, que ojalá se produzca. Aquella simplona frase de Vujadin Boskov de que “fútbol es fútbol” da para argumentar accidentes, como la derrota sufrida en aquella campaña 06/07 ante el Nástic de Tarragona que redujo sensiblemente nuestras opciones de campeonar en la última jornada, pero esta sucesión de tres malos resultados ligueros que acabamos de sufrir sólo se comprende por el mal funcionamiento del cerebro de nuestra plantilla, demasiado obsesionada con la Liga de Campeones y poco entusiasmada con los compromisos menos lustrosos.

La explicación del cansancio se queda en mera excusa si se tiene en cuenta el reparto de tiempos que ha realizado el entrenador en una gestión de plantilla que hasta el momento sólo puede calificarse como adecuada; porque aquí el único que puede quejarse de cansancio es Jesús Navas, qué casualidad, el único que queda de aquella gloriosa era en la que “uno no se cansaba de ganar”. Bien harían en asumir la profesionalidad y la ‘vergüenza torera’ del ‘joven’ canterano, esos Ocampos, Koundé o Diego Carlos que optan a protagonizar alguno de esos traspasos casi cienmillonarios que tanto complacerían a Monchi, puesto que en esos equipos que pugnan por ganar competiciones domésticas y continentales no están bien vistos los jugadores que se esconden cuando los partidos no tienen grandes audiencias televisivas.

Si ahora se quejan de cansancio, qué dirán dentro de dos meses cuando comprueben que este año no van a tener ni siquiera el descanso navideño. Sin duda, esta temporada es la peor para hablar de cansancio dada la apretura del calendario, de la cual ya era consciente Monchi, de ahí que haya confeccionado una muy completa plantilla para ponerla a disposición de un entrenador del que ni una chispa se puede dudar. A principios de noviembre, sólo nos queda confiar en el buen hacer de JLo, quizá para que llame a su amigo Rafa Nadal y grabe otro vídeo que mostrar a los jugadores explicándoles que para jugar finales contra Federer o Djokovic con miles de personas en las pistas centrales, primero hay que derrotar a tenistas de bajo ranking en escenarios casi desiertos.

Sea como sea, lo cierto es que cada jugador del Sevilla Fútbol Club debe hacer autocrítica y propósito de enmienda: ganarle al último de la Liga debe ser tan satisfactorio como vencer al Inter o al United. No aprender eso limita tanto la consideración de un futbolista que a buen seguro ninguno de ellos protagonizaría ese megatraspaso con el que sueña Monchi.

Todo ello por no recordar los grandes batacazos protagonizados por muchos equipos que, cegados por el oropel de las competiciones europeas, relegaron a un segundo plano el campeonato doméstico. Cierto es que en noviembre no debe cundir el pánico. Estamos de acuerdo. Pero al Osasuna hay que ganarle. Sí o sí.

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