Futbolistas vs leñadores

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Desde que el fútbol es fútbol existen los leñadores, futbolistas, generalmente defensas, que dejan pasar al balón o al contrario pero nunca a los dos a la vez, utilizando cualquier tipo de procedimiento. Decenas de nombres se vienen a la memoria conocidos de sobra por todos los aficionados. Justo es reconocer que algunos de ellos han estado en las filas del Sevilla Fútbol Club; como también hay que admitir que hemos tenido expertos entrenadores en el manejo de lo que se viene en denominar ‘el otro fútbol’, cuyo mayor exponente hoy día es Diego Pablo Simeone, técnico del Atlético de Madrid que esconde a los recogepelotas en cuanto se adelanta en el marcador aunque sea en el minuto dos de partido.

Se trata de formas de entender el fútbol y de estrategias que entran dentro de lo permisible y de lo comprensible aunque para algunos puedan parecer arcaicas, poco estéticas, o inapropiadas para un espectáculo, como se concibe hoy el fútbol. Lo del Getafe actual, sin embargo, es otra cosa: es enguarrar el partido desde el primer segundo. Lo que hace Bordalás es una versión sucia de Simeone, haciendo de las faltas el pilar en el que se sustenta su juego hasta el punto de convertirlo en una constante que desquicia al rival más pintado. Para ello el personaje que se sienta en el banquillo del Getafe, a quien no se puede aplicar el término de entrenador para no desprestigiar a ese colectivo, se rodea de jugadores capaces de aplicar su propuesta aunque sea ensuciando su carrera.

En esa tarea destaca el lateral Nyom, un especialista en la leña subterránea que no debería terminar ni un solo partido si los árbitros españoles tuvieran un mínimo de nivel en la aplicación del reglamento. Sin ir más lejos el partido del sábado en el Sánchez-Pizjuán fue un claro ejemplo. Apenas transcurridos seis minutos del encuentro, el lateral getafense cometió un clamoroso penalti en un córner al agarrar de manera persistente, hasta el punto de derribarlo, a En-Nesyri, sin que ni el árbitro Martínez Munuera ni el Várbitro González González se inmutaran. Minutos después, el mismo Nyom arrea un manotazo en la cara a Koundé después de haber sido driblado en una jugada por la línea de fondo del ataque sevillista sin que el linier, a un metro de distancia, ni el colegiado se enteraran.

Estos dos meros detalles eran premonitorios para intuir lo que terminó por ocurrir más adelante. La conjunción de un sucio ‘ocupador de banquillo’ con unos jugadores agresivos, a quienes tampoco se les puede aplicar el término de futbolistas para no desprestigiar al colectivo que ejecuta este hermoso deporte, unido a un árbitro permisivo con las malas artes sólo puede dar como resultado un tobillo destrozado de un rival, como de hecho sucedió. Si existiera justicia en el fútbol, el agresor Djené estaría sancionado por lo menos el mismo tiempo de baja que estará Lucas Ocampos por la lesión que le ha ocasionado, de la misma manera que el árbitro, que tuvo que recurrir al vídeo para ver la jugada porque en vivo ni se percató de la salvaje acción, debería congelarse en la nevera por los mismos partidos que se perderá el delantero argentino.

Desterrado de los estadios por los presidentes de todos los clubes profesionales, debería por su parte quedar el tal Bordalás, un auténtico maestro de leñadores que, sabedor de su culpa, pretende poner el foco en la arremetida de JLo al expresar, bien es cierto que al margen de los cauces más correctos, su extraordinario enfado ante la salvaje agresión sufrida por su futbolista. Porque JLo estuvo en todo momento acertado en su actuación: primero interesándose por su pupilo, después señalando al muñidor de la estrategia agresora getafense y, por último, pidiendo disculpas por no estar a la altura de lo que se requiere de un entrenador de un club señor como el Sevilla Fútbol Club.

No obstante, aunque en el fútbol no hay justicia, generalmente el fútbol sí es justo y, como no podía ser de otra forma, quienes se limitan a maltratar al balón y a las piernas rivales salieron del estadio sevillista con tres goles en el zurrón y un baño de fútbol de verdad. A ese antídoto debería recurrir JLo con más frecuencia para calmar en determinadas ocasiones su ímpetu y sosegar su ánimo ante las altas empresas que le esperan puesto que su trabajo como entrenador empieza a escribirse con mayúsculas.

Una vez más, su Sevilla Fútbol Club dejó la portería a cero, apabulló al oponente, desplegó un sinfín de recursos futbolísticos para salir vencedor, consolidó su dinámica de equipo ganador, evidenció la amplitud de una plantilla de futbolistas implicados y motivados; en definitiva, ofreció un verdadero espectáculo que debió agradar a cualquier espectador, fuera o no seguidor de nuestro equipo. Ése es el excelente Sevilla Fútbol Club que está construyendo Julen Lopetegui, cuya grandeza futbolística está en las antípodas de la sucia práctica que desparrama por los estadios el Getafe del tal Bordalás, a quien Monchi guarde muchos años lejos de Nervión. Esperemos que nunca jamás vuelvan a aparecer aquellos rumores que otrora le señalaron como ocupante de nuestro banquillo.

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