Ante los sorprendentes y últimos acontecimientos que han tenido lugar en las oficinas del Sevilla Fútbol Club, hemos decidido retirar el artículo que debía publicarse hoy y que llevaba por título “El miedo del portero ante el penalti”, en referencia a una obra del premio Nobel de Literatura Peter Handke que, como bien resume su editorial, “tiene como protagonista a Bloch, antiguo portero de fútbol, cuya percepción errática y fragmentaria, alimentada por su aislamiento y la hostilidad de un mundo que no comprende, lo lleva finalmente al crimen”.
La realidad supera a la ficción y hemos decidido a última hora poner a trabajar a nuestro equipo de investigación, compuesto por un imitador de El Selu cuando sacó la chirigota “Los enteraos” y un Nokia 232, de esos que tenías que subirle la antenita que llevaba incorporada para poder hablar en condiciones.
“Con la profesionalidad que nos caracteriza por bandera”, según sus propias palabras, nos hacen llegar una entrevista exclusiva al ya exjugador del Sevilla Fútbol Club, Boris Gnagnon… “¿Boris?… ¿Seguro?”, hemos preguntado sin obtener mayor respuesta que un precipitado portazo. A saber a quién han entrevistado. Seguramente, como profesionales que somos, deberíamos haberlo comprobado antes, pero es lo que tenemos, se nos echa encima la hora de entrega y ya no hay vuelta atrás.
Entrevistador: Señor Gnagnon, ¿k ha pasao?
Señor Gnagnon: ¿k ha pasao de k?
E: Su despido, que dicen no sé qué de falta de profesionalidad…
SG: Na, un malentendido.
E: ¿Y eso?
SG: Si usted recuerda bien, el club me trajo en agosto de 2018, en pleno verano, en plenas vacaciones. Nada se me dijo de jugar en la Liga todas las semanas. Yo fiché porque me llevaban de pretemporada a la playa. Ya sabe usted: chiringuito, cerveza, baile, trasnochar…
E: ¿Era lo que decía su contrato?
SG: ¿Contrato? Yo vi el lujerío del hotel de la playa y dije que sí a todo. Creo recordar que firmé un papel, pero también creo que acabó en el fondo de la piscina. Un descuido, supongo.
E: ¿Nadie le habló de los entrenamientos, de las aspiraciones del equipo de pelear por nuevos títulos, de la obligación de hacer un buen papel en Europa…?
SG: Ni idea. Sí que es verdad que Monchi gesticulaba mucho, pero la música de la discoteca siempre estaba muy alta.
E: Le acusan de sobrepeso.
SG: Envidia cochina. En todo caso, tengo menos barriga que el presidente y a él nadie le dice nada.
E: Le acusan de falta de disciplina en lo que a forma física se refiere.
SG: Le puedo asegurar que nadie cuida su cuerpo mejor que yo. Le doy todos los caprichos. Forma física, firmi físiqui… Y la felicidad, ¿qué? ¿Eh?
E: En todo este tiempo, sólo ha jugado 17 partidos…
SG: Sin contar los de la Play…
E: ¿Por qué le cuesta tanto entrenar?
SG: No soporto pasar todas las mañanas dándole patadas a una pelotita escuchando gritar al míster. No hay deporte más aburrido que el fútbol. Bueno, quizás el curling.
E: ¿Ve alguna posibilidad de reconducir la situación y llegar a un acuerdo?
SG: Eso tendrá que estudiarlo mi abogado. Pero hasta que no acabe la carrera parece que no le dejan ejercer. Es todo tan absurdo en este país…
E: ¿Y qué piensa hacer a partir de ahora?
SG: ¿Yo? Nada, por supuesto. Seguir entrenando con mi hermano Amadou. Qué cachondo es el camerunés.
E: Dicen que igual se va a Turquía en la próxima ventana de fichajes…
SG: Sí, a implantarse pelo. Me lo dijo y se atragantó de la risa. Un cachondo, ya te digo.
E: ¿Y usted, se iría con él ya que son tan amigos?
SG: No, yo tengo pelo de sobra.
E: Pues nada, a seguir disfrutando del gintonic…
SG: ¿Ya te vas, chaval? Acércame los donuts, anda, que no me quiero levantar…