Cuánta grandeza

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Oiga, doctor, ¿qué me pasa? No paro de leer reportajes con profusión de datos para alabar la trayectoria de mi Sevilla Fútbol Club durante el año recién terminado y, sin embargo, no dejo de sufrir en los partidos. ¿Qué ha pasado con mi sevillismo, doctor? ¿Me he vuelto un inconformista o acaso es que no soporto el sufrimiento? ¿Será quizá que se me ha subido el éxito a la cabeza y pienso que todos los rivales son tan inferiores que debemos ganarles con facilidad? De un tiempo a esta parte, doctor, no soy el mismo.

El último mes ha sido prolijo en balances y recuentos sobre el excelente año culminado por los sevillistas con el triunfo ante el Villarreal: que si encadenamos seis partidos sin perder, que si JLo sólo ha perdido nueve encuentros en medio centenar de partidos, que si la racha de triunfos fuera de casa es histórica, todo son parabienes y alabanzas de las que hemos disfrutado todos los aficionados durante este 2020 que sólo ha tenido de bueno lo que nos ha regalado nuestro equipo. Leo en LA COLINA DE NERVIÓN estas y otras informaciones y mi ego sevillista se eleva hacia cotas inimaginables hasta el punto de que me propongo que en el siguiente partido las pulsaciones no ascenderán, como es habitual, hasta las 150-200 por minuto. Pero nada, no puede ser.

¿Qué me pasa, doctor? Yo no era así antes. Durante las dos temporadas en las que quedamos huérfanos del padre de los éxitos -Don Ramón, claro- apenas esperaba nada de nuestro equipo por lo que la tranquilidad era sobre todo resignación. Quien nada espera, de nada se decepciona.

Anteriormente, el trienio fantástico de Unai Emery me transmitía pocas emociones en el transcurso de los partidos aunque lógicamente la alegría se apoderaba de mí con las consecución de las glorias europeas por tres años consecutivos, con las que hemos olvidado que las trayectorias ligueras fueron bastante mediocres con sendos quintos puestos y una séptima plaza en sus tres temporadas completas. ¿Y qué decir de aquella época en la que se sucedieron los fracasos del triunvirato Marcelino-Manzano-Michel, a quienes Dios guarde muchos años? Mejor no decir nada ni recordarla.

Lo que quiero decirle, doctor, es que sólo durante la presencia de Juande Ramos y de Sampaoli he sido capaz de presenciar los partidos de mi Sevilla Fútbol Club con la tranquila sensación de que tarde o temprano terminaríamos venciendo por mucho que se resistieran los contrarios. Incluso en la época de quien para algunos es innombrable por su escapada por la puerta de atrás ni me inmutaba cuando los de enfrente eran los todopoderosos merengues o culés, con los cuales nos codeamos hasta el punto de albergar opciones de ganar la Liga en la última jornada de la mítica 06/07. Todo era goce y disfrute deleitándome con la máquina de vencer que componían Alves, Kanouté, Luisfa, Navas, Renato, etc. Esa persistencia en la búsqueda del área contraria por mil caminos y de mil formas diferentes, esa alegría transmitida en los rostros de unos futbolistas que disfrutaban en cada encuentro, esa sensación de superioridad incluso ante los más grandes; inolvidable, ¿irrepetible?

No, no es irrepetible, porque eso dicen los números que he leído estos días. Entonces, ¿por qué, doctor, no tengo esas mismas sensaciones? Por qué me siento ante el televisor para ver a mi Sevilla Fútbol Club y, hasta que no marcamos el segundo gol, no dejo de pensar en que volverá a repetirse la pesadilla de la temporada pasada en Eibar, o la de esta campaña en Bilbao o ante el Valladolid. Qué estoy haciendo mal para rememorar en mis pensamientos que volverá a aparecer ese tal Raúl Carnero que jamás en su vida habrá soñado que engancharía aquella volea que nos dejó noqueado hace unas semanas y sin dos puntos que esperemos no echar de menos allá por mayo.

Seguro que la culpa es mía, doctor. Seguro que soy yo, que estoy de psiquiatra.

¿Seguro? No, seguro que no. Lo único que me pasa, doctor, es que necesito acostumbrarme a vivir en la élite, acostumbrarme a que los rivales inferiores no nos ganan ni de penalti cuando nuestro entrenador no está a la altura de lo que el partido requiere y el equipo juega mal.

«Necesito acostumbrarme a que ser un equipo campeón no supone ganar siempre sino no perder nunca».

Así habla el periodista Manuel Vicente en su columna semanal sobre el #SevillaFC. Léela ahora y cuéntanos tú mismo qué piensas.

Deme tiempo, doctor, lo necesito para asimilar esta grandeza.

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