Gente que ensucia el mundo

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Todos conocemos a alguien así. Están a nuestro alrededor, aparecen por televisión. Son gente que no ama lo que hace, que detesta al mundo. Que incluso se detestan a ellos mismos aunque no lo reconozcan y que, por eso, van a lo suyo, se aferran a su supervivencia como única tabla de salvación. Porque su vida es la muerte de los demás.

Este tipo de gente se aprovecha de los otros, de los que pacen a su alrededor, nos unta con su mierda para convencernos de que el mundo es eso, una puta mierda, y que desgraciadamente, léase el adverbio con ironía por la carga de hipocresía de la palabra en sus bocas cariadas por la mierda, no hay más remedio que comportarse así. Gente carente no solo de ideales, sino de un mínimo concepto de la belleza, del bien común, de algo que llegue a insinuar que los seres humanos somos animales de manada y que la manada tiene la obligación de proteger a todos, en especial a los más débiles, como también ha de proteger la belleza como máximo exponente del bien común.

A estos tipos, y tipas, porque ellas también forman parte de la tribu, se les ve de lejos. Hasta en el vestir, porque, cada uno en su estilo, no desean pasar desapercibidos. Siempre nos dicen, con la baja autoestima que detentan y que les alimenta su violencia, estamos aquí. Pueden ir con su chaquetita ajustada y gafas de diseño o en chándal costroso, pero siempre dan la nota visual antes de darla de otra forma.

Entre sus mensajes siempre están cuestiones como estas, que paso a citar a modo de ejemplo:

― Desengáñate, la vida es así.

― El mundo es una mierda y hay que saber vivir entre la mierda. Yo sé hacerlo, y tú tendrás que aprender o no vas a llegar a ningún lado.

― La vida es una guerra de supervivencia. Si tengo que elegir entre tú o yo, lo tengo claro. Y tú también deberías tenerlo.

― Lo que te pasa es que eres un idealista. Aterriza, hombre. Es que tienes muy poca calle. Si la tuvieras no pensarías así. A la calle hay que salir con el cuchillo en la boca.

― Buenista, eso es lo que eres. Pecas de buenismo. No vives en el cielo, idiota, esto es el infierno. A ver si te enteras.

― ¿Erradicar la pobreza? Aquí el que es pobre es porque quiere. Esa gente son unos vagos, que no dan un palo al agua y quieren vivir a costa del trabajo de los demás. Conmigo no cuenten, que espabilen.

Bueno, no canso ya con más ejemplos de este tipo de personajes, tan pragmáticos ellos. No hay que confundirlos con otros pragmáticos, los esforzados, los perseverantes, los obstinados. Los que buscan mejorar siempre con una perseverancia envidiable. Para estos, la perseverancia es el motor que los hace mejores. Para aquellos otros, su esfuerzo, su perseverancia, busca hacerlos mejores mediante la destrucción de los demás. El empeño de los personajes a los que dedico el artículo está mucho más orientado a pisotear al de enfrente, al que siempre consideran enemigo, y muy poco en alcanzar algún grado de brillo personal, del que están convencidos que carecen.

Personajes como estos llenan partidos políticos en los que la nación y los cojones constituyen su base ideológica. De sus escopetas sale hoy nada más que mierda para contaminar todo lo que tengan a su alcance, en espera de poder cargarlas de munición auténtica para así lograr la gloria de la única forma que pueden hacerlo: eliminando el talento y sojuzgando a los miedosos.

Estos personajes pueblan también las empresas, donde, como en la política, se abren camino a codazos, como inventores del acoso laboral, probablemente su único aporte conceptual en el ámbito de las ciencias económicas. Y a codazos buscan su espacio en la política, en cualquier tipo de organizaciones, y hasta en una barra de bar prepandémica en cuanto se ponga a tiro, léase también esta frase hecha con la carga semántica que le corresponde.

Y en el fútbol, como en cualquier ámbito de la sociedad, también existen y también tienen su espacio. Suelen ser admirados por cobardes, por ignorantes y por tanto impotente que cree que la erección ajena es la suya. Estos tipos, en el fútbol, también utilizan los codos (les llaman regalitos), pero gozan de otras armas como los plantillazos, porque tienen como único objetivo el de destruir el talento ajeno de la manera más sucia. Y como siempre, para convencernos de que nuestro planeta no es azul sino castaño, del color de la mierda. Y el cambio climático puede hasta que acabe por darles la razón.

No son solo futbolistas estos personajes siniestros en el deporte rey. Hay árbitros, directivos… Y, sí, también entrenadores. Entrenadores que alientan la violencia que han logrado hacer de esto su especialidad, en su coliseo romano o fuera de él. Cuando de violencia se trata, la bordan y la bordarán. Algún día nos libraremos de tipos así, pero la mala noticia es que ni fueron los primeros ni, desgraciadamente serán los últimos.

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