Semana trágica

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Jul y Gan acaban de marcharse al psicólogo que les han recomendado nuestro vecino y su pariente. Aturdidos, noqueados por la imagen del equipo, lucharon con denodado esfuerzo por no entregarse a la terapia el pasado jueves, tras la ominosa derrota de nuestro equipo, no en el Open de Australia a manos de Djokovic aunque perdiéramos por seis, sino en el Camp Nou. Pero lo del sábado ya no lo han podido resistir. La mente ha dejado de responderles y han tenido que ponerse en manos de un profesional. Ojalá se recuperen antes que Gonalons.

No, nuestros futbolistas no le han echado huevos como les pedimos hace una semana, o quizás al echarlos se les cayeron al césped y hoy los arrastran por la grama de los pastos que visitan. Quizás fuera interesante que en una de sus famosas encuestas, La Colina de Nervión preguntase a los sevillistas con qué derrota pasó mayor vergüenza, con la que sufrimos frente al Barça o con la de Vigo. Si fue peor no dar la cara, una vez más, frente a Messi y sus amigos, o por el contrario les causó mayor sonrojo haber adelantado la Semana Santa y convertir el césped de Balaídos en un Santo Entierro sevillista y un Sábado de Resurrección celtiña. Porque el equipo salió al terreno gallego con su segunda equipación, la que suele utilizar de visitante, la de sonrojo completo.

Hace unas semanas, tras la derrota en el Santiago Bernabéu, comentamos que hay algo peor incluso que perder, excusar la derrota. Si en Madrid la justificación fue que se compitió hasta el minuto 80, el pasado miércoles fue que el equipo compitió -qué creerá el entrenador que significa esta palabra que repite tanto, más allá de estar en el césped- en el conjunto global de la eliminatoria.

La excusa no es la estrategia del derrotado sino la del perdedor, que no es lo mismo. Me encanta la gente que asume su responsabilidad en la derrota, al igual que también admiro a los que dan las gracias a los demás en la victoria. Por eso aprecio al Cholo Simeone como entrenador, porque nunca se esconde, y por eso me resultó admirable escuchar el discurso del actor Jesús Vidal al obtener el Goya al mejor actor revelación en la gala del pasado sábado. Si no llega a ser por Jesús Vidal, yo estaría hoy acompañando al psicólogo a mis amigos.

El Sevilla se desinfla por momentos, pero hay una buena excusa: el equipo comenzó a competir cuando otros ni siquiera habían finalizado la temporada anterior. Vale.

El Sevilla ha sufrido una plaga de lesiones a lo largo de la temporada, unas óseas como las de Gonalons y Nolito, producto de mala suerte, y otras musculares, consecuencia de los esfuerzos y sobrecargas. Vale.

El Sevilla tiene piezas claves en su plantilla que carecen de sustitutos, y al no haber variantes tácticas, se obliga a un sobreesfuerzo a esas piezas, que a estas alturas están bastante desconchadas. Vale.

El Sevilla tiene una banda izquierda, esencial en la propuesta de juego, que funciona aún peor que la izquierda política tras las elecciones, que también parece otra banda. Si el juego por los extremos es fundamental en el esquema táctico y se ha visto esa carencia de forma meridiana en estos meses, no se entiende que no se haya tratado de poner solución al problema. Vale.

El éxito de las variantes tácticas que se introdujeron al principio no tiene continuidad por el momento. El cansancio dentro del terreno de juego parece haberse contagiado al banquillo. Si hay jugadores que no pueden con las calzonas, a Machín se le nota que tampoco él es capaz de sostener su libreta. Si las lesiones óseas pueden explicarse por la fatalidad, las musculares no tanto, porque el tipo de entrenamiento y la dosificación de esfuerzos, además de la planificación deportiva que a veces obliga a esos sobreesfuerzos, cobran mucha más importancia. Lesiones musculares y cansancio comparten las mismas causas.

Machín hizo jugar juntos a Ben Yedder y a André Silva cuando no pensaba hacerlo así y fue un éxito. También conformó un centro del campo con jugones como Franco Vázquez, Sarabia y Banega juntos y triunfó. Reinventó a Promes en la banda y salió muy bien. Fue osado. Quizás sea lo que ahora echamos más de menos, quizás sea a lo que habría que volver, y más ahora que llegaron jugadores nuevos. Que regrese la osadía.

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