Semana de pasión

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Semana para la reflexión. Dos derrotas seguidas en Liga y en medio una épica clasificación para cuartos en Champions, en el mismísimo Teatro de los Sueños. Como antesala del Domingo de Resurrección, la visita del Barcelona y casi sin tiempo para el disfrute o el llanto, el Bayern en el Sánchez Pizjuán, un equipo el alemán que vendrá con la lección del Manchester bien aprendida. Nos esperan días para la euforia o la depresión, y, quizás también para la justificación en el caso de que todo devenga en una semana trágica.

Estos días, tanto por liturgia como por el reposo en el calendario, eran ideales para la reflexión, para hacer examen de conciencia. Incluso hasta para entonar un mea culpa. Sin embargo, algunos han seguido con su particular calendario deportivo, echando balones fuera, como hizo el director deportivo en las páginas de un diario deportivo madrileño. Y otros, en silencio como cofradía de ruan.

Nuestros internacionales, mientras tanto, se entretienen en hacer con sus selecciones lo que aquí se podría considerar casi un milagro a estudiar por la Congregación para la Causa de los Santos: hacer goles.

Caso de que perdamos los dos partidos que se otean en el horizonte, lo cual es una posibilidad nada descabellada, no habrá más remedio que encomendarse a la Virgen de la Hermandad del Gran Poder, María Santísima del Mayor Dolor y Traspaso, para cuadrar las cuentas. El problema es que ahora, con Lopera resucitado cual Lázaro, no creo que la titular de su Hermandad nos hiciera mucho caso.

Sin embargo, no hay que perder la esperanza, la esperanza de la resurrección. Porque este equipo estuvo muerto tras derrotas dolorosas con las que no nos llegaron a clavar siete puñales en el pecho, pero sí cinco, y más de una vez. Y, a pesar de tanta sangre derramada, cuando nadie lo esperaba, derrotó a gigantes como el Atlético de Madrid o el Manchester.

La esperanza es lo único que queda cuando nada queda, la única arma que posee el que habían dado por derrotado. Así que por qué no creer en un equipo cuyas llagas se han contado este año de cinco en cinco (sin premio). Soleá, dame la mano el día de tu salida en procesión, el Sábado Santo. Pero la mano, no una manita más, que ya hemos tenido suficiente este año. Que seamos los primeros en ver al resucitado, en el Sánchez Pizjuán, horas antes de que salga en procesión de Santa Marina, y que la pascua se extienda hasta el martes por lo menos. Que nuestros internacionales se pongan la camiseta de su selección bajo la nuestra, a ver si se les pega algo de la puntería que se dejan en la frontera.

Ay, Sevilla, tus dolores son mis penas. No nos hagas tragar otra vez el cáliz amargo de la derrota. No podría soportar más a nuestro vecino ni a esa parte de sus correligionarios para los que las ligas se componen solo de dos partidos. Me tendría que vestir de nazareno hasta la final de la Copa por lo menos.

A ver si esta semana nos da un empujoncito en la moral, pero las manitas, quietas. Sevilla Fútbol Club, ahora viene lo bueno. ¡A esta é!

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