Andy Warhol entró a la discoteca Studio 54, la más famosa de Nueva York, dispuesto a encontrarse una vez más con Pelé, el mejor futbolista de la historia. Esta vez, en ese sitio lleno del más variado jet set internacional, el artista y el jugador, tendrían un encuentro especial.
En un apartado, se quedaron frente a frente. Uno muy blanco y esmirriado. El otro de piel oscura y cuerpo atlético. Dos tipos famosos. Dos estrellas en lo suyo. Warhol estaba teniendo una “segunda juventud” para la crítica y los negocios, sus anteriores éxitos, en los años 60, parecían insuperables, pero el artista pop sabía lo que quería, era un firme defensor del «negocio del arte» y el «arte del negocio». “El rey Pelé”, y sus más de mil goles, era el tipo de símbolo que buscaba inmortalizar, así como lo hizo con Marilyn Monroe,
Andy Warhol hacía fotos, serigrafías y lograba arte de lo popular. Quizás por eso algunas élites intelectuales lo atacaban. Sus obras valían millones y consistían en una foto mal pintada, pero la esencia, lo que de verdad les molestaba era lo que su obra representaba.
En ese sentido el fútbol siempre ha sido objeto de ataques. Algunas personas no soportan que miles sean felices con ese sentimiento colectivo de pertenecer a un bando que con reglas simples y universales compiten durante noventa minutos y a veces termina empatando, sin lograr marcar un solo gol.
Los dos hombres se miraban con una extraña mezcla de admiración y curiosidad. ¿Por qué ese hombre amanerado y transparente era tan magnético? ¿Cómo lograba ese brasileño hacer temblar a millones de personas pateando un balón?
Pelé ya le había dicho que no en varias oportunidades. No entendía la fijación del artista por usar una foto suya para hacer uno de sus experimentos. Pero esta vez Warhol tenía un buen argumento. Como buen visionario sabía que llegaría el día que las estrellas del fútbol fueran más importantes que el deporte. Suponía que era cuestión de tiempo para que se hablara más de dinero que de habilidad, que las noticias del fútbol iban quedar opacadas por la vida de sus estrellas mediáticas. Y para desgracia de ese bello deporte, en lugar de mirar el balón, miraríamos las billeteras. “Todos podemos tener 15 minutos de fama”, profetizaría Warhol antes de la existencia de las redes sociales.
Cuando aceptó ser parte de la obra de Warhol muchos se sorprendieron. Tiempo después contaría cómo lo convenció. “Me dijo que tendría 15 siglos de fama”, contaba el futbolista entre risas.