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Qué mala puntería

El domingo tuvimos jaleo en el estadio. No sé si llegaron a darse cuenta, pero en la grada alta del córner que da a Preferencia en Gol Sur, se lió parda en el descanso, con nuestro vecino pesimista, primero como testigo, luego como agresor y más tarde como víctima. La culpa en realidad no fue del vecino, fue del Sevilla Fútbol Club por entretenernos tanto en el descanso y por no cumplir la legislación autonómica vigente de la forma más correcta. Porque no hay derecho a que, ahora que la caza es de obligado conocimiento, y puede que para los presupuestos de 2021 sea de práctica obligada, un club de la categoría del nuestro, un triple A en palabras de nuestro gran Chicharito Hernández, tenga tan mala puntería.

No, no es justo. Y mucho más cuando Jul, tratando, él sí, de cumplir escrupulosamente la novedosa legislación con la que el ya no tan nuevo Gobierno autonómico nos estimula a practicar la tauromaquia, trató de esquivar con mucho temple, ora por la derecha, ora por la izquierda, a don Pésimo, llamémosle así para facilitar la redacción. Al final no hubo manera, y tras darle unas buenas puyas, Jul no tuvo más remedio que lanzarse sobre sus paletillas, cayendo don Pésimo fulminado sobre el anuncio de la Cruzcampo, haciendo honor nuestro pesimista morlaco vecinal al nombre de vomitorio de la puerta por la que accedíamos a nuestro glorioso recinto.

Realmente fue todo muy triste. Con la de años que hacía que no le ganábamos al Getafe, pudiendo disfrutar como cochinos en un fangal, tuvimos que acabar a mamporros con uno, que aunque no lo parezca, es de nuestro equipo. Nada, al final acabamos como Pablo Iglesias e Íñigo Errejón, como Felipe González y Alfonso Guerra, como Martes y Trece.

Y no fue porque estuviéramos nerviosos con el resultado. Sí, íbamos cero a cero, pero también íbamos igual contra el Levante, o contra ese equipo de cuñados que es el Dudelange, cuyos defensas parecían recién salidos de un pabellón de Navisa. No, no estábamos nerviosos, y si lo hubiéramos estado sería por el equipo. Y lo que pasó no fue culpa de los jugadores sino de la entidad.

Porque los jugadores descansan en el descanso, como su propio nombre indica. Y en cambio, los aficionados, como si no tuviéramos sufrimiento viendo a Nolito correr la banda o con los delanteros fallando ocasiones, pasamos el intermedio excitados. De hecho nos tocó tocar el tambor virtual, la primera vez que nos toca, y lo pasamos estupendamente. Nos reímos como nunca, y eso que dura bien poco. Pero pasó lo que pasó. ¿Y qué pasó? Pues paso a decirlo.

Resulta que don Pésimo vino acompañado, por primera vez que sepamos, por su hija. Era la primera vez, de eso estoy seguro, porque una chica así no puede pasar desapercibida. Aquella muchacha desafiaba la genética, salvo que haya otra explicación taurina que se nos escapa y que dudo mucho que la nueva legislación autonómica haya tenido en consideración. Como don Pésimo paga una entrada y ocupa dos (y da la lata por tres o cuatro), nos pidió que su hija ocupase la localidad que quedaba vacía a nuestro lado. Y allí se colocó, al lado de Jul, que comenzó a ponerse rojo, esta vez no de ira sino de emoción. La joven era, y ojo a ese desafió genético de tintes taurinos, todo lo contrario a su padre. Además de guapa, divertida, optimista. La primera parte la había pasado dando gritos de ánimo al equipo. Si Nolito supiera cómo esa mujer se desgañitaba cada vez que cogía la pelota, la llevaba a Bajo de Guía con sus paisanos y la invitaba a una mariscada en Bigotes.

Como decía, los cuatro estábamos tan felices tocando los tambores cuando de pronto todo cambió. La entidad. Sí, la entidad, consideró que el juego de los tambores debía finalizar e iniciarse el del beso. Y enfocó a Jul y a la hija de don Pésimo.

Los cazaron, vaya puntería la del cámara. Y se lio. Porque aquello no fue un beso. Si hubiera vuelto la música debería haber sonado el “Devórame otra vez” de Lalo Rodríguez. Tanto fue así, que la cámara desvió su enfoque de inmediato hacia una pareja veterana, al no tener aún las instalaciones de nuestro estadio categoría X de la UEFA.

El resto ya se pueden imaginar. Gritos desde Preferencia gritando Torero, torero y en nuestro Gol alaridos de Otra, otra mientras nuestras gradas se convertían en un cuadrilátero que ya quisieran haber contemplado los paisanos de Chicharito.

Jul, de vuelta a casa, meditaba si volver a estudiar y acabar de una vez la ESO, porque en otra cosa, no, pero en estas nuevas tecnologías de caza y tauromaquia podría sacar hasta nota. Quizás espere al curso próximo, cuando le toque el turno al boxeo. Al fin y al cabo entre los catalanes y el gobierno andaluz, es una asignatura que abocada a implantarse sin remedio. Mientras tanto, ya nos ha anunciado que no sabe si podrá ver con nosotros el Valencia-Sevilla, porque esa tarde acompañará a su nuevo suegro al dentista. Y en esto, se ha vuelto pesimista.

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