Al igual que Pedro Sánchez firmó la ley de amnistía por el bien de la unidad de España —eso dice y yo aquí ni dudo ni afirmo—, los sevillistas debemos amnistiar a Diego Alonso (y de paso a Castro y Del Nido) por el bien de la estabilidad de nuestro amado club. El Sevilla Fútbol Club no transmite estabilidad. De hecho, no tiene estabilidad. La dirigencia, la dirección técnica, los entrenadores, el accionariado... emiten continuas señales de variabilidad desconcertante. Solo el escudo, el sevillismo, permanece impasible en su fidelidad.
La ventolera de Vigo no era el clima más idóneo para la recuperación de la ansiada serenidad. Las cosas tienen su tiempo y el tiempo de una empresa colectiva como es un club deportivo requiere una tasa de invarianza mínima que el Sevilla Fútbol Club en los últimos años no disfruta. El equipo, en Cádiz y en Vigo, tuvo demasiado miedo de perder y no apostó a ganar. En los dos partidos, el empate llegó pronto, pero el horror a la derrota llegó antes. No es un asunto de Diego Alonso, es un problema de la entidad que está de los nervios.
La única ventaja de Diego Alonso sobre Mendilibar es que el uruguayo tiene un futuro ilusionante. La ilusión la ponemos nosotros por explorar y el vasco, por conocido; cualquier futuro estable no encaja para nada en las ilusiones del sevillismo. Pero se equivoca quien piense que es un asunto de edad. Este no es un tema de fecha de nacimiento, sino de proyecto y estilo futbolístico. Mendi nos dio, ya lo escribí, mucho más de lo que le pedimos, pero no tenía ningún horizonte sobre el que asentar el porvenir. Sobre Diego es posible delirar con futuras glorias, aunque de momento no tengamos más pilares que la confianza que muestra Orta. Sobre la magnífica cabeza de Mendi solo podía descansar el alivio con sorpresa final del año pasado en el Sevilla Fútbol Club.
Ahora vienen Arsenal y Betis (cuando lo lean ya sabremos lo de Londres, me arriesgo). Ya no hay lugar para el miedo. Estos partidos los juega el escudo y, en ellos, la inestabilidad es hasta una ventaja competitiva, como lo fue ante United, Juve, Roma, City o Madrid. Esta ventaja aparecerá en Londres y en el Ramón Sánchez-Pizjuán el domingo, seguro. El problema es que luego vuelve la normalidad (los Cádiz y Celta de toda la vida) y aquí es donde hace falta la estabilidad en el Sevilla Fútbol Club. Pero el escudo tiene que mantener la estabilidad inestable del manicomio de Nervión, los días grandes y la fidelidad serena cotidiana.
Ya sé que las redes son un indicador muy malo para medir el pulso social, pero noto cierta transmisión vertical de la histeria colectiva de arriba hacia abajo. Puede que estemos muy cabreados, y con razón, viendo los últimos encuentros del Sevilla Fútbol Club y la tabla clasificatoria, pero seguir nerviosos y enfadados, imbuidos de una furia punitiva colérica, no abona sino en contra de nuestros propios intereses. El sevillismo militante debe construir cortafuegos entre la inestabilidad de los de arriba y el escudo de los de abajo. Alguien tiene que proteger el escudo, joder.
AMEN