Primero hay que llorar

Decíamos en el artículo de la semana pasada, antes del partido que enfrentaría al Sevilla Fútbol Club frente al Athletic de Bilbao, que soñábamos con que el equipo nos regalara seis puntos en esta y pudiéramos soñar de verdad. Ni Iñaki Williams ni Unai Simón nos lo permitieron, en un partido en el que nos faltó la suerte, al igual que ayer un mal rebote en el tobillo de Eden Hazard nos privó de volver a engancharnos con la liga, siquiera con la posibilidad de ascender algún puesto.

No ha podido ser. El fútbol te da y te quita, ni el equipo bilbaíno ni el merengue merecieron vencernos, pero esto no va de merecimientos sino de meter goles en las porterías contrarias y que no te los metan en la tuya. Desgraciadamente, además de las presiones externas a veces funcionan las internas, las propias, las que hacen que un penalti trascendental se falle, como le sucedió a Ocampos en semifinales de Copa, un mano a mano se yerre, como le pasó a En-Nesyri frente al Bayern y todas esas ocasiones que pudiendo entrar no entraron en la aciaga contienda frente a los leones.

Es muy difícil ganar la liga para cualquier equipo, pero aún más para uno que no está acostumbrado a luchar por estas lides y que carece de la experiencia necesaria para no temblar, para no dudar en los momentos cruciales. Para ganar la liga primero hay que llorar. Eso le ocurrió al Superdepor, cuando Djukic falló un penalti frente al Valencia y perdió una liga que luego venció al año siguiente; a la Real Sociedad, cuando cayó derrotada por 2-1 en el Sánchez-Pizjuán, su primera derrota en aquel torneo que finalizaba, antes de ganar las de las dos siguientes temporadas; y también nosotros hemos tenido que llorar esta semana, y ojalá sea el preludio para que esto se convierta en la antesala del título en 2022. Estos tiempos no son los mismos que aquellos en los que gallegos y donostiarras obtuvieron títulos, porque las desigualdades económicas son mucho mayores que entonces entre los clubes, y quién sabe si la plantilla tenga que reconstruirse de nuevo ante el acoso de los lobos y debamos encomendarnos una vez más a nuestro león particular, nacido en San Fernando.

Dicho esto, qué pena de empate del Sevilla Fútbol Club ante el Real Madrid y lo que vamos a tener que escuchar de la prensa de la corte. Por cierto, en casa sentimos vergüenza ajena por la transmisión televisiva.  Permitir que un hooligan madridista como Jorge Valdano ejerza de comentarista demuestra, como las tertulias televisivas posteriores, que Isabel Díaz Ayuso tenía razón, España solo es Madrid y los demás solo importamos en función de lo que nos puedan sacar. Si pierden la liga ya tienen los culpables. Menos mal que hay jornada intersemanal y puede que se olviden de nosotros. Ojalá sea así, y menos mal que ya no nos quedan posibilidades, porque seguro que tratarían de hacérnoslo pagar.

Lo dicho, una semana muy triste. En casa queríamos celebrar nuestro artículo número 200 en La Colina de Nervión con el sueño de un título, con el deseo de apurar unas posibilidades que, de haber ganado ambos partidos y repetirse el resto de resultados, nos hubiera puesto a un punto de la cabeza. Pero primero, antes de ganar, tenemos que pasar por las lágrimas. Ojalá que las lágrimas sean la antesala de gestas como las del Dépor y la Real. Nada ni nadie nos lo garantiza, pero al menos sabemos que estamos en el camino. Ojalá que las lágrimas del año próximo sean diferentes, aunque causadas por el mismo amor a nuestro Sevilla Fútbol Club. Que así sea.