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Por sistema

A la vuelta del parón del Mundial, se le presentaba al Sevilla Fútbol Club un calendario propicio para iniciar la remontada que le permitiera escapar del puesto de descenso en el que se encontraba, tras la derrota ante la Real Sociedad por 1-2 en un partido inolvidable por la prevaricadora actuación del árbitro más desvergonzado del fútbol español, el tal Del Cerro Grande. Dos meses después, el equipo vuelve a la misma posición de peligro tras haber mostrado signos de recuperación que, finalmente, se han difuminado por una razón fundamental: la incapacidad del entrenador Jorge Sampaoli de adecuarse a las circunstancias.

El mes de enero había dibujado un panorama esperanzador, plasmado en un balance de tres victorias, un empate y una derrota. Las incorporaciones de Badé, Gueye, Bryan Gil y Ocampos parecían mejorar verdaderamente a la plantilla del Sevilla Fútbol Club y, además, tenían un rendimiento inmediato. La pretemporada había servido para que los jugadores asimilaran el sistema del entrenador. Los mundialistas se incorporaban comprometidos con el equipo. Sobre todo, Acuña, Bono y En-Nesyri…. y los triunfos ante rivales de la parte baja permitían ascender hasta la zona media de la clasificación. Eran los tiempos en los que ya no se consideraba exjugadores a Navas y Rakitic, se empezaban a apreciar las virtudes de Nianzou, se perdonaban los despistes premundialistas de Acuña, se elogiaban los movimientos de Monchi en el mercado invernal y se recuperaba la confianza en futbolistas como En-Nesyri. El cielo en Nervión empezaba a despejarse sin que, ni mucho menos, hubiera salido un sol resplandeciente.

Sin embargo, la peculiar forma de Jorge Sampaoli de entender el oficio de entrenador amenazaba con abortar la mejoría. En primer lugar, su insistencia en recurrir en momentos puntuales a ese invento diabólico que se ha venido en denominar ‘el falso 9’ destruía el buen trabajo que se realizaba en determinados partidos, sobre todo en los jugados fuera de casa, donde conseguir la victoria se ha convertido en una asignatura pendiente. Colocar a Ocampos, a Lamela, e incluso a Rakitic como jugador más adelantado en sustitución de En-Nesyri ha sido una excentricidad del entrenador del Sevilla Fútbol Club que le ha costado varios puntos, a pesar de lo cual sigue teniéndolo grabado a fuego en su libro de estilo para ponerlo en práctica, aunque sea infructuosamente, a poco que quiera mantener un resultado. Cada vez que Sampaoli ha utilizado esta recurso, el equipo ha evolucionado a peor y se han terminado escapando victorias muy necesarias.

Ese empecinamiento en una de sus ideas alcanza niveles inexplicables cuando se trata de la defensa de tres centrales, elemento esencial en el sistema de juego del argentino. La obstinación de Jorge Sampaoli en jugar con tres centrales en el Sevilla Fútbol Club es digna de estudio en las facultades de Psicología. Como en cualquier otro deporte colectivo, la función de un entrenador de fútbol podría asimilarse a la de un director de orquesta. Pues bien, si recurrimos a este símil, la obcecación de Sampaoli sería equiparable a la de un director de orquesta que pretende interpretar el concierto para violín de Beethoven cuando tiene a todos sus violinistas resfriados y endosa al trompetista el instrumento de cuerda.

Esa tendencia al empecinamiento no es exclusiva del actual entrenador del Sevilla Fútbol Club, ya que hay muchos otros para quienes el sistema de juego es irrenunciable y lo mantienen contra viento y marea. Sin embargo, lo que llama la atención en el caso del Sevilla es que su técnico se revuelva incluso contra los condicionantes físicos irresolubles. El asunto es muy simple: no se puede jugar con tres centrales cuando no se tiene centrales. Sólo una mente que no funciona con la misma lógica que la del resto de los mortales puede perderse en esa frase. Lo contrario es creerse un genio y pretender resolver el entuerto con soluciones como colocar a Joan Jordán en el centro de la defensa, lo cual lleva al resultado ya conocido de bochornosa derrota por 6-1.

Cuestionado en cierta ocasión por algo parecido, Jorge Sampaoli espetaba en cierta ocasión en rueda de prensa que el Sevilla Fútbol Club le había contratado para establecer un determinado sistema de juego. Craso  error. Ni la directiva sevillista ni la de ningún equipo ficha a un entrenador para que plasme un estilo de jugar al fútbol, ése no es el objetivo. El objetivo real es la victoria, es conseguir triunfos y títulos. El estilo y el sistema no son más que instrumentos que deben servir para lograr el objetivo verdadero: ganar. Esto que parece tan simple no es entendido siempre por los entrenadores. Algunos mueren, deportivamente hablando, con su error. Esperemos que no le ocurra a Sampaoli, un buen entrenador con muchas virtudes que se ha empecinado en perseverar en sus defectos.        

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