En el Metropolitano, la imagen del Sevilla Fútbol Club fue correcta. El resultado fue malo, no malísimo como el año pasado, sino simplemente malo. Los milagros existen, pero son escasos. Con solo dos días y medio de entrenamiento, sumar tres de seis puntos no es una mala cosecha para Quique; ahora es cuando vienen las curvas. No hubo sorpresas en Madrid. Aprovecho que no hay partidos del Sevilla Fútbol Club en estas semanas para abusar, una vez más, de la especulación.
La sociología suele hablar sobre un tipo de ficción a la que llama «Ilusiones bien fundamentadas», son como aquel tipo de fantasías cuyos presupuestos fácticos son ficticios, pero cuyas consecuencias materiales son reales. Por ejemplo, cuando pedimos a los Reyes Magos de Oriente una bicicleta y, en la mañana del seis de enero, al despertar, nos encontramos con una estupenda BH en el salón. Los presupuestos causales son ficticios (los Reyes Magos), pero las consecuencias materiales (la bicicleta) sí lo son. Este tipo de ilusiones abunda mucho más de lo que parece a simple vista. ¿Qué es el dinero después de Bretton Woods sino una ilusión bien fundamentada? Das un papelito de 100 euros fabricado por el BCE y te dan un jamón baratito. El billete es una ficción políticamente bien fundamentada, pero el jamón es una realidad bien material. La vida está preñada de este tipo de ilusiones.
Los juegos deportivos son otro ejemplo. Cualquier juego consiste esencialmente en un conjunto de reglas arbitrarias socialmente consensuadas. ¿En qué se diferencia el baloncesto del fútbol? En las reglas. ¿Por qué en el baloncesto está prohibido usar los pies y en el fútbol lo contrario? Porque sí, no hay un porqué causal que no sea la arbitraria voluntad socialmente consensuada. Y al igual que no puede haber un lenguaje natural individual privado, tampoco puede haber un juego individual privado. Las reglas son ficticias, pero el juego es real.
Para mí, el juego es una especie de Aleph social. En el famoso cuento de Jorge Luis Borges, el Aleph es aquel punto del espacio que contiene todos los puntos. El juego reúne todas las dimensiones de las relaciones sociales de muchas especies animales eusociales. Y el fútbol es, a su vez, una suerte de micro Aleph del juego humano. ¿Por qué disfrutamos viendo juegos? Ver partidos proporciona un sentido de identidad colectiva y puede fomentar el orgullo comunitario cuando el equipo preferido derrota a un rival, lo que provoca cambios de humor, producción de hormonas e incluso un aumento del comportamiento agresivo. La condición de espectador proporciona un conjunto común de conocimientos y experiencias compartidas que pueden facilitar las conversaciones y la conexión social entre individuos. En un artículo de la revista de neurociencias Neuron en 2021, llamado «Surprise Signals Changing Affective Experiences in Naturalistic Sports Spectating», los investigadores de la Universidad de Hanover, Marissa D. Clark y Luke J. Chang, han estudiado los procesos psicológicos y neuronales implicados en ver un partido.
Por medio de imágenes de resonancia magnética funcional, han caracterizado los procesos cerebrales en aficionados al baloncesto mientras miraban los últimos 5 minutos de nueve juegos del torneo de baloncesto universitario masculino de la NCAA de 2012. Los investigadores estaban específicamente interesados en caracterizar el papel de la sorpresa en la experiencia del espectador. La sorpresa aparece ante los ojos inocentes del sujeto espectador como un milagro. Algo que no tiene causa conocida, algo que contradice su cálculo de probabilidades y expectativas, un error, feliz o infeliz, de sus predicciones. Lo milagroso está siempre en la vida, en el juego y en el fútbol.
La investigación halló que la resolución de la incertidumbre sobre qué equipo ganará el juego es un aspecto central de la experiencia del espectador. Los investigadores encontraron que los niveles promedio de sorpresa predichos para cada juego estaban fuertemente correlacionados con las calificaciones de disfrute de los participantes en la activación de las áreas de recompensas del cerebro de los espectadores. En conjunto, estos hallazgos sugieren que resolver la incertidumbre juega un papel fundamental en la experiencia del espectador. Los eventos inesperados aumentan el disfrute de los espectadores.
La patria del fútbol, como la de la vida y el juego, está anclada en la incertidumbre. Es por ello que nos gusta tanto el juego, el fútbol, hasta convertirnos en adictos, porque nos gustan los milagros. Yo soy un adicto al Sevilla Fútbol Club, soy un adicto a los milagros. ¿O no es un milagro lo del año pasado? ¿O los siete pangueros de nuestra vitrina? En el Metropolitano no hubo milagro, no, pero eso no solo no merma nuestra fe, sino que la acrecienta, la ilusión bien fundamentada de que en algún momento el milagro irrumpirá.