Sampaoli quiere la bola y sus futbolistas lo saben. Alinear «jugones» y que se diviertan en el campo, eso sí, con implicación defensiva. Muchos partidos han pasado ya desde aquel maravilloso partido de inauguración en el Ramón Sánchez-Pizjuán. Un estreno liguero por todo lo alto, seis goles para reivindicar la idea de un juego alegre. La cara nefasta llegó cuando en el otro lado del marcador se veían cuatro goles en contra. Eso es agua pasada, pues el Sevilla ha logrado alcanzar una gran solidez defensiva.
Una de las claves defensivas, a parte de la robustez que muestra esta línea, es mantener la posesión. El equipo de Nervión juega alegre, un fútbol vistoso, con el balón en su poder no les pueden hacer daño. Bajo la batuta de un gran director de orquesta, Samir Nasri, y del ancla mayor de este transatlántico, N’Zonzi, el Sevilla muestra solidez en el área de creación. Sin embargo, no siempre se puede tener más el balón que el rival, y se antoja más difícil cuando se tiene enfrente a un equipo que fácilmente puede ser favorito para ganar la Champions.
Sólo dos partidos sin ganar en posesión
Ante la Juventus, el Sevilla perdió la posesión por lo mínimo (51%-49%) aunque, aún así, consiguieron empatar en Turín a una potencia del fútbol europeo. Era el primer partido de Champions de la temporada, de nuevo con los italianos en la fase de grupos y con la incertidumbre de un proyecto que defensivamente tenía lagunas. Con todo lo anterior, Jorge Sampaoli arrancó un punto de su visita a Italia y demostró solvencia defensiva.
Ante el Barcelona ha sido el segundo encuentro en perder la posesión (primero en competición doméstica). Tras una primera parte de ensueño, el conjunto nervionense se vino abajo, pero en el computo global, no estuvieron lejos de la equidad en el dominio del balón (47%-53%).
Una nueva filosofía implantada en un proyecto ambicioso y ganador, con un técnico que siente y ama el fútbol. Así juega el nuevo Sevilla, cuidando el esférico y mimando el balón.