Otra semana sin Sevilla Fútbol Club es muy dura. Prefiero la derrota a la ausencia. Tuve un profesor en la UGR, Armando Segura, tan genial como irritante, que inauguraba el curso con una pregunta retórica, pero eléctrica, a las preguntas les ocurre como a las bebidas que algunas son energéticas, esta lo era: ¿Por qué es preferible el crimen sobre la nada? A continuación, hacía un silencio teatral y nos miraba como interrogándonos desde sus gafas de culo de vaso ante nuestra sorpresa entre divertida y molesta. Don Armando garantizaba siempre el espectáculo en sus clases, era de todo menos aburrido o banal.
Cuando el silencio ya amenazaba con convertirse en monótono, él nos regalaba, con voz grave y a la vez quebrada, como queriendo señalar la importancia y la sonoridad de lo que iba a proclamar, la respuesta: Porque el crimen es y la nada no es. Eso mismo me ocurre a mí con los fines de semana sin partidos del Sevilla Fútbol Club; prefiero la dolorosa derrota al vacío inane de la ausencia.
La presencia masiva de la afición bilbaína en nuestras calles (un tuitero ingenioso decía que al despertar la mañana del domingo se había encontrado un vasco desayunando en la cocina) hizo mucho más soportable este vacío existencial. No hubo Sevilla, pero sí hubo fútbol y no estoy hablando de ese club de vacaciones como es el Mallorca. Hubo Athletic, no el Bilbao como despectivamente le había llamado el presidente del patético de Madrid antes de que lo laminaran los vascos. Porque el Athletic es el fútbol como nuestro Sevilla Fútbol Club, como Boca, como Liverpool… Confieso que me rondaron algunas mezquinas ideas en la organización de mis preferencias entre Athletic y Mallorca ante esta final de copa. Pero Juanmi me las quitó rápido de la cabeza: “Papá, ¿qué es eso de la Conference? Eso es una preocupación de criaturitas”. Mi corazón estaba en modo rojo y blanco y habitaba en Nervión.
Sevilla Fútbol Club y Athletic compartimos varias pasiones esenciales. Ellos por una ría y nosotros por un barrio. Ambos por unos colores rojo y blancos. Todos con un talante. Nosotros no tenemos ningún problema fluvial, solo que nos apena los intentos de una parte de la ciudad de reducir a un gran río, que casi es un mar, a una calle de Triana, por muy bella que esta sea, que lo es. Pero vayamos a lo importante, más allá de correlaciones semánticas o cromáticas afortunadas, un mismo talante en el fútbol y en la vida.
José Luis López Aranguren acuñó y empleó filosóficamente el término talante en dos de sus obras centrales de mediados de los años cincuenta, «Catolicismo y protestantismo como formas de existencia» y en «Ética». El talante es una actitud de abordaje de la vida que marca el nexo o vínculo entre el individuo y el entorno mediado por el colectivo. El talante señala la primera puerta de entrada a la intimidad, el filtro más externo. Vizcaínos y sevillistas compartimos un mismo talante futbolístico. Eso explica por qué cayó de pie Jokin Caparrós en las orillas del Nervión o Mendilibar y Emery en el Sevilla Fútbol Club.
A vascos y sevillistas, como a la tía Anica la piriñaca al cantar, nos sabe a sangre la boca cuando hablamos de fútbol. Este juego que forma parte de la memoria ancestral (campesina) de la clase obrera según Thomson, sabe a sangre y barro. Aquí y en Vizcaya todo niño o niña que nace ya sabe cuál será el abanico de colores futbolísticos que podrán elegir si no quieren tener que morder el amargo fruto del destierro simbólico. Ni Sevilla Fútbol Club ni Athletic son segundos platos en ninguna cena. Sevilla, primera, y Vizcaya, segunda, son las dos provincias con menos peñas del Real Madrid o Barcelona, las menos colonizadas deportivamente. La final de copa del 2007 en Madrid y esta del 2024 en Sevilla han protagonizado los mayores desplazamientos humanos de la historia del fútbol español: 80.000 del Sevilla Fútbol Club y 70.000 del Athletic Club de Bilbao. San Mamés y el Sánchez-Pizjuán son los estadios donde ni el diablo querría venir. Ambos somos insolentes, arrogantes, antipáticos y geniales: ¡¡somos!!, otros ni son. Recuerden lo del crimen y la nada…