En A Malata, el Sevilla Fútbol Club salió vivo para octavos. Marcão marcó en Ferrol y al día de la fecha no se ha lesionado, todavía. Más allá de por la guasa de los WhatsApp, el brasileño siempre me ha gustado. Quizás porque no lo he visto, porque está prácticamente inédito. Con este jugador tengo una especie de sebastianismo futbolero. Me explico, el sebastianismo fue un movimiento místico que vivió la sociedad portuguesa en el siglo XVI tras la pérdida de su rey Sebastián I en la cruzada contra el sultán Saadí de Marruecos, tratando de revivir las glorias portuguesas en el norte de África. Sebastián I fue el hijo póstumo del infante Juan Manuel, hijo del rey Juan III y de Juana de Austria, hermana de Felipe II. El cadáver del Sebastián I nunca fue encontrado, pero desde aquel instante se convirtió en el deseado.
Marcão es el deseado de la afición del Sevilla Fútbol Club en estos últimos años. Alguien que no se conoce, pero del que se espera que esté y que esté para reconstruir las glorias pretéritas. Que un defensa central robusto y brasileño sea el deseado dice mucho del imaginario de Nervión. Hemos transitado en estos tres últimos años de aburrirnos de ganar aburridamente con Lopetegui a aburrirnos de perder desesperadamente. Solo el breve intervalo de Mendi en la Europa League nos consuela.
La calle estrecha y oscura que va del aburrimiento a la desesperación es de sobra conocida en la cartografía de la depresión. Del bostezo al grito hay un trecho muy corto. Quien añora el aburrimiento del fútbol anodino de Lopetegui, desconoce que ese tedio era el zaguán de estos temblores. El exitoso Sevilla Fútbol Club de Lopetegui, aburridamente exitoso, sentó las bases del calamitoso Sevilla actual. Que no nos engañe la memoria con sus habituales sesgos de disponibilidad que rememora solo los impactos emocionales más fuertes; ayer (Lopetegui) la seguridad defensiva, hoy la vulnerabilidad táctica.
En bastantes ocasiones, recordando al gran Chaves Nogales, he hablado del sevillano y, por ende, del sevillista, como gente que vive instalada en una infancia eterna. Este narcisismo infantil que nos protege y nos azota a la par, construye nuestro deseo de niños adultos o de adultos niños. Para Freud, el niño era un perverso polimorfo que lo quiere todo y ahora: la firmeza de Alfaro, Javi Navarro o Diego Carlos; la inteligencia de Banega o Donato; el gol y la elegancia de Kanouté. La afición del Sevilla Fútbol Club padece crónicamente de lo que se llama en psicoanálisis: una herida narcisista. En algún desgraciado alumbramiento nos damos cuenta, miramos al calendario, no de la liga, sino de la vida. Pero eso es solo un mal momento, enseguida volvemos a cantar el himno, que diría Monchi. Yo también estoy herido. Yo también, como perverso polimorfo que soy, lo quiero todo. Por eso sigo esperando el regreso de Marcão.