El mantenimiento del espíritu crítico, en su sentido más amplio, y del cuestionamiento de la realidad son pilares sobre los que debe asentarse cualquier proceso de evolución y mejora siempre y cuando se ejerzan con ánimo constructivo. Por ello, en cualquier tipo de organización, la existencia de una corriente crítica puede ser un elemento favorable que influya de manera positiva en el ejercicio del liderazgo, pues evitaría su acomodamiento al contar con la amenaza de la crítica negativa. Esto que en términos generales puede ser provechoso, se convierte, sin embargo, en el Sevilla Fútbol Club en un gravísimo lastre que está mermando sus capacidades operativas, empeorando algo que ya es grave de por sí: contar con unos gestores de dudosa capacitación.
Al Sevilla Fútbol Club le está pasando lo peor que le puede ocurrir a una organización: tener unos malos gestores y una mala oposición. De los gestores ya está todo redicho y sabido; ahora lo que conviene es analizar lo que se está haciendo desde el sector crítico personificado en José María del Nido Benavente, quien, en lugar de aparecer como opción alternativa, apenas supera el papel de ‘mosca cojonera’. De carácter indomable y dudosas maneras, el expresidente sevillista pretende volver ‘al trono’, como él mismo le ha llamado, por las bravas y sin atender ni a los procedimientos ni a los documentos que en su momento firmó cuando su situación era de evidente necesidad debido a su condena judicial.
Del Nido Benavente jamás asume que la realidad le dé la espalda, de ahí que se revuelva contra ella utilizando cualquier método posible aunque en su soberbia no llegue a calibrar lo que a largo plazo puede volvérsele en contra. En efecto, el acuerdo que firmó en noviembre de 2019 sirvió, entre otras cosas, para consolidar un status quo con el que pensaba que podría gobernar la entidad salvando la dificultad jurídica existente en aquel momento debido a la vigencia de la inhabilitación impuesta por los tribunales. Es decir, si Del Nido Carrasco y Pepe Castro, y viceversa, están hoy al frente del Sevilla Fútbol Club es porque Del Nido Benavente así lo quiso.
Fue su mismo carácter soberbio el que le indujo a pensar que podría someter a sus caprichos tanto al ‘camarero’, como acostumbra a llamar despectivamente al utrerano, como a su hijo, de quien esperaba obediencia ciega a prueba de deslealtades e ilegalidades. Sin embargo, la realidad se le volvió de nuevo en contra y las pretendidas marionetas cortaron los hilos que le ataban al señorito, generando una cólera que, por si fuera poco, se ha visto enardecida por su acuerdo con ‘los americanos’, cuyo ánimo de revancha contra Pepe Castro es del mismo calibre o superior al de Del Nido Benavente. Añadamos en este punto una variable hasta ahora inédita en la situación del Sevilla Fútbol Club, pues el fin último de la alianza entre el expresidente y el grupo 777 Partners no es hacerse con el control de la entidad. Dirigir el Sevilla FC es sólo el medio para conseguir la verdadera finalidad: incorporarse a la Superliga de El Padrino Florentino.
Pues bien, si ya resultó un fracaso su estrategia de controlar el club en la sombra moviendo los hilos de quien entonces era su socio y de su hijo; el mismo resultado está obteniendo con sus métodos para “volver al trono”. La campaña de imagen que ha emprendido mediante un uso enfático de las redes sociales muestra detalles tan curiosos como la celeridad con la que mostró condolencias por la muerte del bético Manuel Ruiz de Lopera y el silencio con el que ha despachado el fallecimiento de un caballero sevillista como Augusto Lahore, lo cual recuerda su exacerbada crítica contra otro señor del Sevilla Fútbol Club como fue Roberto Alés. No hay duda de que Benavente encuentra más afinidad con quienes han vivido, o viven, en el filo de la ley aunque a veces se corten. La honorabilidad parece que le atrae menos.
Esa campaña de imagen que tanto daño está haciendo a la empresa de la que es máximo accionista dando carnaza a los enemigos de ella -como se ha puesto de manifiesto con el supuestamente ingenioso episodio de Pepe Gotera y Otilio- carece, además, de lógica pues su vuelta a la presidencia nada tiene que ver con la opinión popular ni con la valoración que haga la afición. Tanta crítica acerada contra los “okupas” -¿a qué viene ese calificativo si fue él quien les colocó ahí?- no tiene ningún sentido pues no será por aclamación de la masa social por lo que él pueda retornar a la presidencia. Su regreso sólo pasa por desenredarse de los documentos que él mismo firmó. El interrogante que queda en el aire es: cómo es posible que tan prestigioso abogado de currículum tan brillante no sea capaz de desenredarse de la madeja en la que le tenía capturado antes un “vulgar camarero” y ahora “un hijo incompetente y traidor”. Nada bueno le puede esperar al Sevilla Fútbol Club si cae en manos de quien no es capaz ni siquiera de resolver este interrogante.