Esta semana hemos escuchado las duras declaraciones que ha realizado el entrenador del Madrid CFF. En ellas no solo critica la permisividad de las árbitras, también acusa hasta a cuatro equipos de ir a por una de sus jugadoras. ¿En serio? ¿De verdad? ¿Dónde queda la profesionalidad de las jugadoras de la Primera Iberdrola tras las palabras de este entrenador? Pero ahí no queda la cosa, el encargado de entrenar a las jugadoras del equipo capitalino mencionó el partido de Copa de la Reina.
¿Por qué detenerse en este partido en concreto? Pues por la sencilla razón de que el equipo capitaneado por Alba Mellado cayó en cuartos de final ante el Sevilla FC. Las entrenadas por Cristian Toro cosecharon un 0-3 con goles de Maite, Karpova e Isabella y certificaron, por segundo año consecutivo, su pase a la semifinal.
Esta hazaña, o las que han conseguido hasta la fecha, invita de nuevo a soñar con la posibilidad de llegar a la final de la Copa de la Reina. El sorteo ha emparejado al equipo andaluz con el rival más complicado. Todo un FC Barcelona que está intratable en sus últimos compromisos. Pero torres más altas han caído.
Un partido de fútbol dura, como mínimo, 90 minutos. En esa hora y media, en la que el tiempo parece correr a otro ritmo, todo puede pasar. Solo importa que el balón entre en la portería, porque solo así se conseguirá la victoria. El resultado solo estará decidido cuando la colegiada indique el final. Solo en ese instante estará todo perdido, pero antes el sueño debe servir para coger impulso, para creer que todo es posible, porque todo es posible.
Lo primero que debemos quitar de nuestra cabeza es que cuando el silbato suene el resultado será adverso. Eso es lo que los números nos dicen, que será el equipo catalán el más fuerte, pero sobre el césped también juegan otros factores como el corazón y la ilusión, la casta y el coraje. En eso el Sevilla debe ganar, debe ser superior porque soñamos más fuerte que nadie con esa final en Málaga.
‘Si tus sueños no te asustan, no son lo suficientemente grandes’, Richard Branson.