Las aventuras de Juan Macana, mucho más que un Palangana | Episodio 8

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Que me haya quedado a vivir en el Sánchez-Pizjuán era algo que se veía venir. Para mi es fácil moverme en los entresijos de nuestra casa. Sobre todo cuando viene un rival como el Girona, que ganó 13 veces (¡13 veces!) el trofeo Costa Brava. Algunos dirán que es un trofeo amistoso de verano y que lo organizan ellos. Son los mismos que quieren hacernos creer que estamos ante la liga más competitiva del mundo pero que a su vez no conciben que ganen otros equipos que no sean de ciudades grandes, llámense Madrid o Barcelona. Yo estoy de acuerdo en que hay que cuidarse, al fin y al cabo este mediodía de domingo nos enfrentamos a un equipo que fue pentacampeón, en tercera división. El caso es que logré por fin tener una charla con Muriel, buen muchacho, con cierta inocencia. Lo encontré en el túnel a punto de salir, como iba con mi disfraz de guardia de seguridad no se alertó. “Mucha suerte hoy”, le dije. “Victoria o plomo”, agregué un chiste malo haciendo referencia a “Narcos”. Un muchacho educado, no me dijo nada. Pero le aclaré. “Oye, si nos llegan a cobrar un penal, que Sergio se tire hacia la izquierda, yo sé por qué te lo digo, los de Girona siempre patean para allí, avísale”. No me lo van a creer pero fue profético. Un penal. Y yo desde la banda vi que algo en Muriel  intuía  que quizás lo que dijo ese guardia era verdad y se paró atrás del jugador que iba a ejecutar la pena máxima y le señaló el lado correcto a Rico. Pero este muchacho, no sé si es que no lo vio o que le pasó, se tiró para el lado opuesto al que Muriel le señalaba y (mira por donde), atajó el penal. A veces nuestro inconsciente nos dice cosas, eso me repetía mucho el psiquiatra. Por eso quizás todos decíamos que preferíamos una final con el Barcelona, porque repetíamos que contra ellos jugábamos mejor y ahora no estamos tan seguros. Pero yo sigo con mi plan, que cada vez más se está gestando. A ver si logro que la final de la copa del rey se juegue acá, sería perfecto, en Sevilla, incluso en el Villamarín, por ese aire local, tan flamenco, o en el Wanda, que es como nuestra casa, roja y blanca inclusive. Eso afecta un mucho el inconsciente, tal como afirma mi psiquiatra.

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