Ahora que estoy suelto puedo ir a mi asiento en la tribuna. Dos asientos más abajo se ubica el escritor Manuel Machuca, a veces le grito algunas indicaciones para su columna. Le grito indicaciones a todo el mundo. A Montella, a Banega, a Rico, a los otros aficionados. Noto que mis gritos les molestan, pero no puedo evitarlo. Me pongo nervioso y grito mucho. Hay que estar atento en un partido así. Recuerden que el Getafe ganó el Trofeo del Ajo en el 2017, y que ganó el premio a la deportividad de la Federación Castellana de fútbol, eso fue en 1957, pero oiga, que esas cosas dejan marcas en un equipo. Además tienen algo de nuestros rivales. Pepe Mel fue Pichichi con ellos. Fue en segunda división B, y en 1996, pero quien tuvo retuvo.
Ahora que podemos ganar la Copa del Rey tenemos (este frío domingo) un rival que fue subcampeón dos años seguidos, ya pasó una década, pero diez u once años no son nada. En un partido así, hay que meter tres goles o cuatro, si haces uno, el árbitro, manejado desde Madrid, te pasa por alto una falta clave, y puede no ver que empujan al portero. ¿Saben por qué? Para atacarnos psicológicamente.
Ven, lo que les digo. Nos empatan en la hora. El árbitro “no vio” que empujaron a nuestro portero. Lo veo yo desde acá arriba, ¿y él no? Estoy seguro que tiene un microchip en el cráneo y le inducen órdenes desde algún despacho. Y no quiero sacarle méritos al Getafe. Una vez le metió cinco goles al Espanyol, fue en el 2006. En el 2007 también metió cinco, creo que fue al Espanyol de nuevo, se ve que le habían encontrado el truco. Porque es así, todo es cuestión de encontrar el truco.
¿Saben cuál es el nuestro? Somos un equipo diseñado para estar ahí arriba. Pero no para ganar. Y les digo la verdad, yo hoy, aquí arriba, me he muerto de frío.