La eliminatoria entre Real Madrid y Sevilla se presentaba ante el público como el plato fuerte de los octavos de final. Un encuentro entre dos rivales fuertes en Liga y en Champions, y con los hispalenses con las ganas de vengarse después de la derrota en la Supercopa de Europa a principios de temporada frente al Real Madrid. Sin embargo, diversos factores harían que la equidad del encuentro se tergiversara a favor de los merengues.
Mal partido
El cuadro se Sampaoli achacó sus errores defensivos y se condenó en la eliminatoria. No se vio al conjunto sevillista que presionaba a los defensas, que disfrutaba del balón, no tenía garra. En los primeros bandazos del partido parecía que el Sevilla quería llevar la iniciativa. Escasos minutos duró esta marca. Las señas de identidad se perdieron al completo. Las imprecisiones en los pases hicieron que James anotará el primero en el marcador. Un error en la salida de balón, algo impensable para el conjunto nervionense. Poco a poco los síntomas de preocupación se hicieron notar. Algo no iba bien. El 2-0 llegó tras un fallo en la marca de Varane. En esta jugada, el central francés remata a placer tras un saque de esquina. Mientras, Sergio Rico hacía todo lo posible por evitar ensanchar la diferencia en el luminoso.
Una de las piezas claves en el Sevilla, Nasri, tampoco tenía su noche. Estaba desaparecido, deambulando por el Santiago Bernabéu, no entraba en contacto con el balón y cuando lo hacía, era lejos de la zona de peligro y sus pases se limitaban a sencillas acciones. No tenía la chispa con la que enamoró a los sevillistas.
Ningún delantero
El casillero de goles del Sevilla no se estrenó. Sus dos delanteros se encontraban en el banquillo de la capital. Sampaoli sorprendió a todos cuando sentó a Vietto y Ben Yedder, apostando por Correa en la punta de ataque. En un partido tan importante antepuso al joven argentino, cuya posición no es la punta de ataque, a los dos delanteros sevillistas. Correa hizo lo que pudo y se peleó constantemente con los defensores rivales. No obstante, dejó ver que le falta la sangre de un delantero. Con el 2-0 tuvo un mano a mano con Kiko Casilla que rechazó el portero blanco en la segunda parte dispuso de ciertas jugadas donde podía haber forzado alguna jugada a favor del Sevilla. Ben Yedder entró en la segunda parte en el minuto 82, sin tiempo para poder rescatar nada.
Errores arbitrales
El árbitro que dirigió el encuentro fue Mateu Lahoz, y determinaría el rumbo del choque. Señaló acciones muy discutibles. Entre ellas destacan las dos jugadas que dieron lugar al segundo y tercer gol. El 2-0 vino de un saque de esquina rematado pro Varane. Previamente al córner, Mateu Lahoz pudo pitar falta en ataque del Real Madrid, por lo que el saque de esquina nunca tuvo que tener lugar. Por su parte, el 3-0 llega tras un penalti totalmente inexistente. Mateu Lahoz decretó el punto de penalti por un supuesto empujón de Mariano sobre Modric, no obstante, en la repetición se aprecia que es el propio Morata quien desplaza al croata, por lo que el gol no tuvo que subir al marcador. No estuvo acertado en todo el partido, decantó la balanza a favor del Real Madrid.
Los cambios no aportaron nada
El primer sustituto fue Sarabia, en el lugar de Ganso, que tampoco tuvo su noche y acaba de cuajar. El recambio se produjo en el descanso, con la intención de buscar un futbolista más incisivo. El ex del Getafe no dio un lavado de cara al equipo y su calidad no apareció. El segundo cambio fue la entrada de Kranevitter por Iborra. Un cambio defensivo que poco iba a ayudar a la zona de tres cuartos, algo inexplicable con un 3-0 en contra. Por último, a falta de ocho minutos Ben Yedder sustituyó a Correa. El francés no tuvo ninguna ocasión y el cambió llegó demasiado tarde.
Una dura derrota que aleja al Sevilla de los cuartos de final de la Copa del Rey. El Real Madrid fue justo vencedor del encuentro, corrió más y propuso más, sin embargo, la distancia en el marcador fue excesiva. La vuelta será el próximo jueves y el Sevilla tiene que salir con otra imagen, al menos, si quiere ganar aunque sea a un gran rival.