Imperdonable

Sección:

“No se me importa un pito que las mujeres
tengan los senos como magnolias o como pasas de higo;
un cutis de durazno o de papel de lija.
Le doy una importancia igual a cero,
al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco
o con un aliento insecticida.
Soy perfectamente capaz de soportarles
una nariz que sacaría el primer premio
en una exposición de zanahorias;
¡pero eso sí! -y en esto soy irreductible

– no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar.
Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretendan seducirme!”

           Oliverio Girondo

En una publicidad, un padre lee a su hijo adolescente este poema del argentino Oliverio Girondo. Como buena publicidad de un banco, está llena de cosas imperdonables. Y no me refiero al adolescente sonriente y educado, al padre que declama de forma artificial, o a las personas volando, dejo de lado por supuesto los trucos sobre nóminas y comisiones. ¿Alguien me puede explicar por qué si coge un libro el poema tiene poco que ver con el original? ¿Si iba a decir lo que se le antojaba, no hubiera sido mejor que lo dijera de memoria?

Pero recordemos que esto es una columna de fútbol, y va de eso, de cosas imperdonables. Yo me puedo resignar a no ganar la Liga, incluso la Champions, me duele, pero puedo. Con las alegrías que llevamos, puedo ser capaz de mirar para otro lado en un empate, incluso una derrota. Con la fe en mi equipo y un largo trecho por recorrer, puedo soportar un mal partido, un centro del campo lento y delanteros fallones…

“¡Pero eso sí! -y en esto soy irreductible- no les perdono, bajo ningún pretexto”  que nos aburran.

Y les aclaro que o no creo eso de que “el fútbol es espectáculo”, yo defiendo que es un deporte y me resigno a especular, pero las entradas son caras, dejamos allí dos horas de vida. Adorados jugadores, querido entrenador, ¡un poco de sangre che! Tampoco me gusta le gente que dice: “hay que pelear todos los balones como si fueran el último”, que va, peleemos el último como el último y el primero como el primero.

Ya ven, un fuera de juego mal cobrado nos quitó los tres puntos, pero eso me enfada menos que aburrirme en mi estadio.

Un dato final. En la publicidad antes mencionada, la ciudad sobre la que “vuelan” los padres del chico es Montevideo. En la toma final se puede ver la bahía y el Cerro que se observa en el horizonte es mi barrio. Tápense los oídos y obsérvenlo, es lo único cierto de la publicidad.

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