Entrevista exclusiva

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El equipo de investigación de esta columna, compuesto por un becario Erasmus disfrutando de sus estudios en el Barrio Rojo de Amsterdam y la aplicación de la linterna del móvil, ha logrado dar con el paradero del inventor del VAR, quien, recordamos, desapareció misteriosamente justo después de la primera jornada de implantación del citado invento en los campos de fútbol de España.

A cambio de no desvelar su nombre (¿a quién puede interesarle que se llame Tino Pérez?) ni la dirección de su escondite, el susodicho inventor ha accedido a concedernos una entrevista exclusiva la cual pasamos a transcribir aquí:

—Buenos días. ¿Cómo se le ocurrió el invento del VAR?

—Buenas tardes. La verdad es que lo venía pensando desde hace ya bastante tiempo. Mi objetivo era construir algo que pudiera poner en valor las glorias deportivas que campean por España.

—Y para ello se apoyó en la tecnología…

—Efectivamente, los avances informáticos actuales nos permiten contar con una tecnología limpia y blanca que no empaña.

—¿Está contento con el resultado?

—Pienso de que yo soy un inventor castizo y generoso, todo nervio y corazón. En ese sentido, puedo decir que me siento muy satisfecho pues tanto veteranos como noveles miran siempre mis laureles con respeto y emoción.

—¿Cómo cree que lo ha recibido el mundo el fútbol?

—Todo el que me conoce sabe que yo soy un noble y bélico adalid, un caballero del honor y que todo lo que hago es con el objetivo de triunfar en buena lid. Así, este invento del VAR lo he hecho con toda mi mejor voluntad para aportar mi granito de arena al fútbol patrio.

—Pero no podrá pasar por alto que algunas críticas sí que ha recibido…

—Ah, no, yo en polémicas no voy a entrar, faltaría más. Soy enemigo en la contienda y cuando pierdo doy la mano sin envidias ni rencores, como bueno y fiel hermano.

—¿Y en qué está ahora ocupado? ¿Algún nuevo invento con el que sorprendernos?

—Huy, no, yo con este pelotazo del VAR ya me he quitado de eso de los inventos. Yo ya sólo aspiro a los domingos por la tarde, caminando a Chamartín, ver a las mocitas madrileñas ir alegres y risueñas. Soy un romántico empedernido.

—Bueno, pues muy amable por dedicarnos su tiempo. Muchas gracias y buenas tardes.

—Buenas noches y ¡Hala Madrid!

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