En defensa de la igualdad

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Que el fútbol es de lo que más se parece a la vida creo que es algo que ya he escrito en estas páginas; que en un deporte tan popular, tan marcadamente social, podemos encontrar claves de los problemas de nuestra sociedad y posibles soluciones, si no lo he dicho antes, lo digo ahora. La Premier League, la verdadera mejor liga del mundo, la que lo es de verdad, más allá de un vacuo eslogan, nos ha dado pistas para ello. Y al final ha alcanzado lo que merecía desde hace mucho tiempo, copar todos los puestos de las finales europeas.

Que las sociedades más igualitarias en lo económico y en lo social son las más prósperas es algo que está ahí, y que España es de los países con mayor brecha salarial, en los que más ha crecido la desigualdad en estos últimos años, es una realidad demostrable de la que quien no quiera cerrar los ojos para no verla puede encontrar información en la red. La economía española ha ido creciendo en desigualdad a base de apostar por empleo de mala calidad, por destruir la microeconomía en favor de las grandes empresas y por centralizar la mayor parte de su actividad en Madrid y en Barcelona, ciudades que sobrepasan la riqueza media europea y que están a la altura de sus grandes urbes. Así, aparece el discurso, en realidad motivado por el profundo canibalismo que producen estos grandes polos económicos, que los demás somos un lastre para la economía, que nos aprovechamos de su pujanza para tener ciertos derechos sociales, el ‘España nos roba’ que se dice en Cataluña o lo de que ‘los andaluces o los extremeños somos unos vagos y nos pasamos todo el día tocándonos el aparato reproductor en bailes y fiestas’, versión esta más de la Villa y Corte, cuando quizás sean los bailes y las fiestas la única economía que todavía no nos han podido parasitar.

La liga española, como copia del modelo económico que rige en el país, es, pues, un apaño enfocado a que Madrid y Barcelona, más Atlético de Madrid, se repartan el pastel económico para dejarnos a los demás rebañando los restos de lo que no quieren, o  de lo que no pueden, comerse si es que desean tener una liga en la que entrenarse para ganar títulos europeos, esos que se les han escapado esta vez. Y ojo a algo que parece casual esta temporada de clasificarse el Getafe para Champions, y que puede que no lo sea de aquí en adelante: tres de los cuatro equipos que hasta la semana pasada copaban los puestos de la liga de campeones eran, sí, de Madrid.

En España resulta hoy por hoy impensable pensar en otro puesto que no sea el cuarto como tope máximo clasificatorio para cualquier equipo que no sea el trío de cabeza. Tenemos que remontarnos al título del Valencia de 2004 para que aparezca otro equipo diferente. En los últimos 35 años solo tres títulos, dos del Valencia y uno del Depor, quedaron en manos ajenas a los que ganan todo. Y, claro, por culpa de la desigualdad, este año se ha vuelto todo en contra de las aspiraciones europeas de nuestros representantes.

Mientras en la Premier la competitividad está asegurada, y domingo a domingo muchos equipos tienen que luchar contra equipos fuertes para no verse fuera de las competiciones o aspirar a ganar el torneo, la competición española es, para los tres de arriba un torneo de verano que dura nueve meses, en el que es difícil ponerse a punto para estar a la altura de competir con los más fuertes de Europa. El dinero funciona muchas veces, ahí están los resultados de las últimas Champions, pero hay veces que no. Y este año, con las eliminaciones europeas y el milagro del Ajax, ha sido buena prueba de ello.

Urge cambiar un modelo tan desigual, porque es malo para la competición doméstica y tampoco es bueno para las competiciones europeas. Ahora que finaliza la temporada y que equipos como los que sabemos hablen de cientos de millones en fichajes, cuando los demás apenas pueden gastar el diez por ciento de esas cifras, es sonrojante. Si hasta un país como Estados Unidos, tan desigual y cruel con sus clases menos pudientes, tiene claro que para que la NBA siga siendo la NBA, el modelo tiene que ser de igualdad de oportunidades, todo está dicho. Mientras esto no cambie, la liga española no será el mayor espectáculo del mundo sino un esperpento, una comedia con la que entretener a los de siempre, a los dueños de este país en el que el ochenta por ciento de los súbditos actuamos de figurantes.

No hay que temer por hacer una liga más igualitaria, como no hay que hacerlo porque un país sea más cohesionado socialmente. Claro, siempre y cuando los objetivos sean colectivos, los de todos y no los de unos cuantos, esos, por cierto que, paradojas de la vida, tienen el monopolio de lo que es la patria. O la mejor liga del mundo.

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