Eliminados en la M-40

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CRÓNICAS RUSAS

No sé si llegué a comentarles que Jul y Gan se encuentran ahora en Argentina de vacaciones. Han ido a visitar a Eduardo Lagomarsino, un gran amigo, profesor de la Universidad de Buenos Aires y cuervo por devoción, o sea, devoto hincha del San Lorenzo de Almagro, el Ciclón, el equipo de nuestro adorado Héctor Horacio Scotta, que formó delantera con Enrique Montero y Daniel Ricardo Bertoni.

En Argentina, la eliminación de la albiceleste ha sido una tragedia nacional. No solo nos quieren devolver a Sampaoli por correo urgente, sino que tienen a Leo Messi en busca y captura. Para ellos, para muchos países hermanos y no tanto, la selección es fundamental, es orgullo de país y, a pesar de que todos llevan a su equipo en el corazón, el combinado nacional une a todos. A Jul y Gan todo esto les ha sorprendido mucho, además del frío que están pasando en esta época del año.

Ayer me llamaron a hablarme de esto justo cuando De Gea se lanzó por última vez al lado contrario al que le disparaban, como en él es norma y tradición. Contagiados por la desolación argentina, me preguntaron cómo me sentía. Imaginaban que contento no estaría, pero, como estaban tan desconcertados por la depresión que había provocado en el país hermano la eliminación, muy superior a la que había producido la casi coincidente devaluación de un 20% de su moneda respecto al dólar, temieron que, solo como estaba, hubiera caído en un abatimiento profundo. Según me confesaron luego, llegaron a pensar que, al igual que habían presenciado el sábado en la capital argentina, hubiera lanzado por la ventana el televisor que hemos comprado a plazos con motivo del Mundial. Les tranquilicé diciéndoles que me encontraba bien; triste, pero bien. Y que si hubiera tirado el televisor tampoco sería tan grave, ya que vivíamos en un bajo.

Para los que habitamos en la periferia, entiéndase periferia como todo territorio que se extiende más allá de la M-40, las derrotas de la selección nos ponen tristes, pero no tanto. Al menos en mi caso. Y no, no se debe a que me sienta independentista, cara B de ese otro nacionalismo tan parecido, el español, que limita su mirada miope a la segunda ronda de circunvalación de Madrid. De momento, no, a pesar de que las televisiones nacionales trabajen lo indecible por extender los lazos amarillos por todo el país.  En cuestiones de fútbol, por lo general en España, es el club el que monopoliza nuestros sentimientos, y los equipos que desmembran los Lopeteguis y Florentinos que tanto abundan en España, abrazados a banderas de conveniencia, los vemos con una cierta distancia. Porque mucho afecto y respeto a los periféricos en el interior de la muralla automovilística, no hay que digamos.

En lo que a este Mundial se refiere al menos, España ha sido un desechable, un equipo de usar y tirar, de apropiación de su nombre cuando conviene y de, como ha sido el caso, dejar en pelotas si les interesa. Fernando Hierro, ese trasunto de Vicente Montella en cuestiones de tozuda dirección técnica, no ha sido más que un madridista que se ha comido el marrón de sustituir a otro madridista al que secuestró el gran jefe de los madridistas, que ha demostrado que lo que le importa de España, es, y lo siento por sus millones de aficionados rurales de la UHF y de provincias de escasa tradición futbolera, el interior de la M-40.

Estos días rusos hemos soportado a un equipo cansino y previsible, de viejas glorias que ya solo están para ese aséptico e inofensivo baile de salón que practicaron contra la anfitriona, el que harán los próximos días en la playa, más unos cuantos jugadores de la capital del reino. Que jugadores punzantes de la periferia como Odriozola, capaces de desdibujar el orden contrario, no contasen para nada y, en cambio, en su lugar jugasen el titular merengue o su suplente, y no otro más porque el suplente del suplente iba con Marruecos, dice mucho de cómo se ha conformado este equipo. Odriozola o Kepa tendrán que esperar para ser titulares en la selección a que el reparto de los ingresos televisivos haga posible sus fagocitaciones al interior de La Corte.

No, Florentino; no, amigos del Marca y del As, no Cuatreros deportivos. No estoy demasiado triste. No digo que no me gustaría sentir lo que sienten los argentinos ante la derrota de su selección, pero para que eso suceda, antes deberíamos tener un país de todos, y no el único que existe en vuestra mente. Sí, algunos tratan de romper lazos, o cambiarlos por amarillos. Yo, no, de momento. Pero sí que os digo que la derrota, la nuestra, me la suda. Me voy a la presentación de Ibrahim Amadou. Y de la nueva camiseta. Nike tuviésemos que estar todo el día pendientes de vosotros.

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