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El fútbol no es para tontos

Advierte un viejo proverbio de la inconveniencia de discutir con un imbécil, pues nos llevaría al terreno de la estupidez y allí ganaría con facilidad. Si no cuenta ya con ese servicio a disposición de la plantilla, el Sevilla Fútbol Club debería tener en su cuerpo técnico a algún miembro que advirtiera a los futbolistas sobre la personalidad del árbitro que tendrán en frente en el siguiente partido.

En el encuentro del pasado sábado del Sevilla Fútbol Club, habría sido muy conveniente que Delaney supiera de antemano que, la temporada pasada, el tal González Fuertes, que con tanta inteligencia y sabiduría se desempeña, ya expulsó a Joan Jordán en el partido ante el Granada por dos tarjetas amarillas en un par de minutos. Pero es que la jugada en la que el danés fue expulsado ante el Espanyol tuvo un antecedente prácticamente calcado hace cuatro años, con Ben Yedder como protagonista y el mismo sesudo colegiado, que amonestó al francés del Sevilla Fútbol Club en cuestión de segundos por dos veces, una de ellas precisamente por aplaudirle su decisión de forma irónica. El hoy goleador del Mónaco acabó en el vestuario antes de tiempo, igual que Delaney, por obra y gracia de un árbitro dotado de una inteligencia superior a la del común de los mortales.

La del sábado ha sido la segunda ocasión consecutiva en la que los discípulos de JLo han tenido que  adentrarse en el territorio establecido por personajes que, ni ganan ni pierden puntos, pero derrochan habilidad y personalidad en los terrenos de juego a base de actuar con un juicio y un criterio al alcance de pocos privilegiados. Pues, si lo de González Fuertes fue merecedor de un Nobel, lo del tal Sánchez Martínez en el partido del Sevilla Fútbol Club del miércoles pasado ante el Valencia no le va a la zaga. Hasta nueve amonestaciones, seis de ellas para sevillistas, en un encuentro de guante blanco del que no hay espectador capaz de recordar a estas alturas ninguna falta desmedida.

Si es que no nos merecemos árbitros tan inteligentes. Sin duda, son el estamento más capaz del fútbol español, de ahí la conveniencia de contar con un asesor que ponga en antecedente a los futbolistas sobre la forma de desempeñarse del listo de turno para evitar episodios como el protagonizado por Delaney, quien indudablemente pecó de pardillo al dirigirse con reiterada desconsideración hacia quien derrocha inteligencia no sólo en el campo de fútbol sino también en las actas de los encuentros. ¿Acaso no son dignas de ensayos del Derecho las redacciones que hacen de los hechos ocurridos en el terreno de juego? Eso sí que son tratados jurídicos y no los del Tribunal Supremo. Cómo se nota que ellos son jueces de verdad, únicamente implicados en repartir justicia.

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