El autobús

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Nereo Rocco fue un entrenador del A.C. Milan del que cuentan una anécdota ocurrida durante la entrevista previa a un partido de su equipo. El periodista la finalizó con un cortés “Que gane el mejor”, a lo que el entrenador del equipo rossonero respondió, consciente de la inferioridad de su escuadra: “Si puede ser, no”, algo que hubiera firmado José Bordalás antes del encuentro del Getafe frente al Sevilla FC. Pero no pudo ser. Esta vez, no.

Hay veces que ganar, en vez de una alegría es un alivio. De eso hablamos en casa, poco después de que Jul y Gan subieran del supermercado con las compras para la cena de confinamiento del sábado. La frase fue de Gan, el más intelectual de mis compañeros, porque Jul aludió en su terrenal discurso a los efectos de un supositorio de glicerina tras un día de apreturas, de esos en los que se quiere y no se puede por más que uno se siente en el único trono existente en el hogar de los plebeyos.

Con supositorio o sin él, ganar en el Coliseum Alfonso Pérez fue un alivio y de los grandes, una gesta que en mi caso me recordó a vencer a los equipos que entrenaba un antiguo jugador vasco del Sevilla FC que nunca lo entrenó, José María Maguregi. Maguregi, que fue muy buen futbolista, según dicen los que le vieron, y que llegó a vestir la camiseta nacional en siete ocasiones. El Mago Maguregi cimentó su éxito como entrenador con la táctica del autobús, colocando a sus hombres delante de su área, para defender con uñas y dientes, y con lo que se terciara, su parcela, con el cero a cero como máximo objetivo. Eran tiempos en los que el empate era mucho más valioso que ahora, ya que los vencedores solo se llevaban dos puntos y no los tres de la actualidad, y los equipos que dirigía el entrenador vasco tenían como máxima ambición la de salvarse del descenso,

Recuerdo aquellos partidos tan desagradables frente al Racing de Santander, el Español (entonces con eñe), el Celta o el Murcia. Eran tan antipáticos como el que se jugó durante la tarde del sábado. Ganar por uno a cero era un alivio, pero no siempre ocurría. Ni con los equipos de Maguregi ni con los de sus imitadores, porque el técnico creó escuela en el Hércules de Alicante de Felipe Mesones o con un Arsenio Iglesias que se liberó de esta táctica cuando creó aquel gran Superdepor que llegó a ganar la liga. Afortunadamente, aquella forma de jugar ultradefensiva murió con las ligas de tres puntos, si bien hay entrenadores como Bordalás, nacido en Alicante y criado, qué casualidad, en la cantera del Hércules.

Hay partidos, por tanto, en que los que se sabe desde mucho antes de que el árbitro dé el pitido inicial que lo único importante es ganar. Bueno, ganar y no salir con algún futbolista lesionado o expulsado porque alguno de los numerosos recaditos te saque de tus casillas (no Iker).

Dicho esto, no hay que restarle ningún mérito al Sevilla FC por resistir y no perder jamás la fe y las ganas de victoria. Como tampoco hay que desmerecer el trabajo de José Bordalás con sus jugadores, que saben a lo que juegan, que tienen fe en el sistema y que lo ejecutan con la prestancia que se debe y las patadas que se pueden. Esto, claro, es mucho más fácil pensarlo cuando los tres puntos los tenemos dentro de nuestra buchaca. Hay que reconocer que sería muy diferente lo que ahora pasaría por nuestras cabezas si Etxeita no hubiera ejercido de delantero sevillista o Koundé no se hubiera dejado llevar por su intuición. El subjuntivo esta vez nos favoreció.

Así que a casa ha vuelto la alegría y se ha olvidado el mosqueo que teníamos por haber tirado el partido frente al Chelsea. O por haber vuelto a padecer una cagalera que parece endémica con los merengues. Diarrea que parece que no es exclusiva de los nuestros porque también la padecen, visto lo visto, los vendedores de colchones.

Hoy toca sorteo de Champions, aunque ningún contrincante será fácil. Será día para comprobar hasta qué punto metimos la pata contra los ingleses y si habrá posibilidades de revancha en cuartos frente a ellos. Por ilusión, que no quede. Y mientras eso ocurre, que no fallemos en la Copa del Rey, y más ahora que hay más dinero porque el emérito ha pagado algo a Hacienda. Y que los partidos atrasados nos sirvan para escalar algún que otro peldaño más. Que respiremos algo después de las fatiguitas del sábado. A ver si comenzamos a volar y olvidamos pronto el autobús.

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