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Dos equipos, ¿un único objetivo?

El sábado por la noche salí del estadio con una cierta estupefacción, no sé si influida además por ese tipo tan agorero que lleva castigándome la espalda estos últimos años desde la fila superior (la trece, no podría ser otra) de mi localidad. No sé si ustedes tienen especímenes así cerca de la suya, o en el bar donde acostumbren a ver los partidos del Sevilla. Yo he experimentado a otros muchas veces en los diferentes lugares en los que me he sentado a lo largo de mi vida, pero será que voy ya para mayor, pero a este lo aguanto cada vez menos. No me puedo explicar que gente así quiera asistir a un espectáculo como es un partido de fútbol, que no se quede en su casa; cómo no se les ocurre, dada la negrura de sus espíritus, irse a los tanatorios a dar pésames, ni me puedo creer que haya quienes les aguante en su casa. En fin, no más líneas a cenizos como el de la fila trece, que bastante me queda por aguantarle.
De lo que quería escribir era de que el sábado salí estupefacto del estadio ante la tranquilidad y el conformismo que percibí entre los que bajábamos a la calle, después de haber perdido dos puntos al Español, ese tipo de puntos que luego nos faltan cuando queremos hacer las cuentas y no nos salen.
Lo siento, quizás me contagió ese tipo, pero mientras regresaba a casa no pude dejar de recordar cómo en el curso pasado el Celta de Berizzo tiró por la borda la Liga para tratar de ganar la Europa League para al final quedarse sin nada. Eso, tirar cualquier competición, en el Sevilla, no se puede permitir, y me pregunto si la alineación que planteó nuestro técnico frente al Español apuntaba en esa línea.

Es cierto, que pasemos la eliminatoria previa y entremos en la fase de grupos de la Champions es muy importante, fundamental, diría yo, para terminar de conformar esta plantilla a la que aún le faltan elementos importantes por cubrir, contando, y eso sí que es contar, con que no se nos vaya alguien importante de aquí a diez días. Pero tampoco es menos cierto que, aunque llegásemos a cuartos, incluso a semifinales de la Champions, el Sevilla pudiera permitirse el lujo de acabar octavo en esta Liga que acaba de empezar. Hace un tiempo hubo que retirar del estadio aquel rótulo de “Nervión no regala puntos”. Yo lo cambiaría por otro que dijera “Nervión no tira competiciones” y lo pondría en la grada de fondo, para que cada vez que Berizzo se levantase del banquillo no pudiera evitar leerla.

¿Hay que hacer rotaciones? Sí. ¿Es la vuelta de la fase previa el partido más importante del año, como dice Berizzo? Probablemente, sí, o al menos, a falta de otras perspectivas que no podrían llegar antes de la próxima primavera, uno de los encuentros claves de esta temporada. ¿Eso justifica que se saque un equipo desequilibrado? No, absolutamente, no.

El dibujo propuesto frente al Español careció de una estructura lógica. Si un entrenador defiende una idea, esa idea debe aparecer siempre, y mucho más cuando jugadores y técnicos acaban como quien dice del conocerse. La idea debe aparecer siempre, o casi siempre, y eso no pasó. Hubo una aglomeración de jugadores por el centro, desorientados, porque ocupaban espacios similares, y unos espacios enormes, con una separación de líneas que al final provocó que un fallo en el centro del campo acabase convertido en gol en una galopada de un futbolista que no es nada del otro mundo, por muy bien que estuviera el sábado, como Leo Baptistao, a la que nadie llegó porque nadie estaba donde debería haber estado. En mi opinión, el problema no fue tanto el error de N’Zonzi como la forma en la que estuvo dispuesto el Sevilla durante el partido. Y bien que cambió todo cuando se retomó un mínimo el dibujo con la incorporación de Banega, hasta que se acordó de la concha de la madre del colegiado.

Tenemos un buen equipo, un gran equipo si se quiere, pero no tanto como para ganar de cualquier forma al primero que llegue. En nuestra Liga, a poco que te descuides y relajes, no son pocos los equipos que te pueden pintar la cara. El fútbol no es solo poesía, por mucho que nos guste el juego de los artistas; un equipo necesita de poetas, pero también de narradores y hasta de alguien que le cante el Boletín Oficial del Estado al contrario. Sí, hay que refrescar al equipo todo lo que se pueda, pero el límite es que se resfríe o que coja una neumonía. Siempre hay que mantenerlo algo abrigado, y para ello, qué mejor que no perder el equilibrio.

Hoy martes tenemos un partido fundamental. Pasar ante el Basaksehir nos puede despejar mucho el horizonte, en alegría y moral, en tranquilidad económica para terminar de conformar la plantilla y mirar el futuro con sosiego. Confiemos en tener una gran alegría, y que esta comience pronto, antes de que el cenizo que tengo atrás comience a pregonar nubarrones negros. Pero la temporada es muy larga y no me gustaría que mi equipo tirase ninguna competición mientras tenga posibilidades. Porque dicen que nunca se rinde y yo estoy de acuerdo. Y a Berizzo no se le debe olvidar nunca.

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