Dicen que nunca se rinde

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Semana para el orgullo la que hemos vivido los aficionados del Sevilla Fútbol Club. Y más si cabe por cómo ha terminado, cómo la hemos terminado uno y otro de los clubes que participaron en la Supercopa de Europa. El Bayern, derrotado 4-1 por el Hoffenheim y el Sevilla, venciendo en Carranza 1-3 ante un buen Cádiz. Además, en los minutos finales, cuando en teoría nadie hubiera dado un euro por un equipo que había luchado como jabatos durante 120 minutos apenas dos días atrás.

A los de los cohetes, en cambio, el VAR les explotó uno. Mejor dicho, dos. Y, utilizo palabras de mi amigo Jul, en el culete. Ante un equipo, el Real Vardrid del Coronavirus, al que consideraban en Twitter durante el descanso, rival directo en la lucha por LaLiga. Un tuit afortunadamente borrado tras recobrar el conocimiento de la euforia lisérgica del primer tiempo y sustituido por su lema clásico. Ese que utilizan y vale tanto para un roto como para un descosido y que empieza por algo parecido a que he perdido un brazo.

La semana ha dado para mucho. Nuestro colega de La Colina de Nervión Ángel Romero afirmaba ayer en su artículo que quizás el mejor fichaje del Sevilla fuera mantener el bloque. En eso, Jul, el que dijo lo de los cohetes en el culete, estaba muy de acuerdo, y algo de eso se vio en el partido que se disputó junto a la playa de La Victoria.

Si el Sevilla Fútbol Club de Lopetegui nunca se rinde, y en esto cito al siempre cerebral Gan, se debe a que es una familia, a que todos forman parte de algo que sobrepasa, que va mucho más allá de los siempre bulímicos egos de los futbolistas. Escuchen si no las declaraciones de Munir, el que marcó un gol en una posición muy similar al errado el jueves, en televisión al finalizar el partido. Lo podrán corroborar, porque no cabe más espíritu de equipo en alguien que siempre tiene que dar el cien por cien para jugar.

Lopetegui ha conseguido a fuerza de tesón, de trabajo y, muy importante, de justicia, que todos se sientan parte de un proyecto. Pero no es menos cierto que, y esto también lo defendió Gan en la cena, nos falta fondo de armario. Porque para pelear por objetivos mayores, como una digna participación en la Champions y volver a estar entre los cuatro primeros, la plantilla necesita ciertos retoques.  Y es que el año pasado resistimos mucho tiempo con muy poco, gracias a que las lesiones importantes no aparecieron. Y la mala suerte puede surgir en cualquier momento, en un choque o en una mala pisada del césped.

Hay mucha ilusión en nuestra casa con las competiciones que se avecinan. Puede ser una temporada de grandes victorias y no pocas acciones caritativas hacia nuestro vecino verderón, el dueño de Hulio17, ese can teñido al que cada día le cuesta más recorrer el pasillo que conduce al ascensor. Y la caridad es muy importante en la vida de un ciudadano que se precie. En este caso, tres, porque nos permite dar consuelo sin que nada cambie. Con lo cual, siempre podremos seguir dando consuelo y pensando en lo buenos que somos nosotros y lo pobres que son ellos. En eso consiste el privilegio de los que vivimos en la élite, sea cual sea la forma en la que esta se presenta.

En cambio, para los del Real Cohete Balompié la ilusión se esfumó tan rápido como cuando se espachurra un petardo mojado. Un gatillazo, vamos. Y es que el VAR es un arma oscura que se maneja en una habitación tenebrosa a la que llaman VOR, que más parece el nombre de uno de los malos de El Señor de los Anillos o de la Guerra de las Galaxias. Vamos, que me imagino una voz ronca saliendo de las ultratumbas del estadio diciendo: Penalti, Hala Madrid. Y eso que han sufrido los cohetitos lo sufriremos nosotros si sacamos los pies del tiesto en forma de puntos. Si no, al tiempo.

Visto el equipo merengue y el bochornoso, y entretenido, que no es incompatible; espectáculo que lleva dando el Barcelona desde hace meses, este año podría ser el de un ganador de LaLiga ajeno al birreinato habitual de esta adulterada competición. Pero no nos engañemos como los de los cohetes. No somos rivales directos porque para ello habría que vencer en el terreno de juego a los futbolistas y, además, fuera de él, a toda esa calaña que explica muy bien lo que es este país y que también diseccionó la señora Ayuso al decir que Madrid era España y España era (solo) Madrid. Me refiero a esos medios deportivos locales que se dicen nacionales y a esos hosteleros del fútbol, que se sirven de los Vares para ayudar a sus señores. Solo les falta volver a vestir de negro.

Una semana queda para retocar el equipo. Estamos seguros de que va a merecer la pena. Apuntalemos el bloque y soñemos los aficionados mientras quienes visten nuestra camiseta con orgullo continúan haciendo suyo el lema que nos regaló el Arrebato. Esto no ha hecho más que empezar, pero ha empezado bien. Y podía haberlo hecho mejor. Lástima que el portero del Bayern no fuera Cifuentes ni el que chutó fuera uno de los que ayer nos sacó las castañas del fuego.

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