David y Goliat y viceversa

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“Que sí, tío, que son más de cuarenta y dos mil… Ahora entiendo eso de que no hay rival pequeño…”

Mi cuñado y la Wikipedia, una mezcla más explosiva que poner un libro al lado de Paquirrín o un abogado defensor al lado de su madre. Mi cuñado y el fútbol, que sigue pensando que estar en fuera de juego es que se quede sin pilas el mando para la Play y que los partidos no duran noventa minutos, sino ciento cinco, porque el descanso también cuenta, que luego quedas con alguien “para después del partido” y llegas tarde fijo… Él, que la única vez en su vida que no llegó tarde a una cita fue en su nacimiento porque salió sietemesino…

El lunes se celebró el sorteo para la primera ronda de la Copa del Rey. Ya desde el arranque, mi cuñado preguntó si los que sacaban las bolitas eran los padres de los Niños de San Ildefonso. Empezábamos bien. Luego se dio cuenta de que no había nada de público en las gradas que se veían al fondo. “Claro, con el día que hace, que amenaza lluvia, y como lo retransmiten por el YouTube, la gente ha preferido quedarse en casa… Yo habría hecho lo mismo”. Pero no, él no hizo lo mismo, se vino a la mía…

Acto seguido empezó a fijarse en los nombres de los equipos que salían en las tarjetitas y a mirarme con extrañeza. Anaitasuna, Osasuna, Cardassar, Leioa, Llagostera, Pitiusas y Coruxo le sonaron a equipos “muy extranjeros”. Villaviciosa le hizo cantidad de gracia. “Tenemos que ir, ¿eh?”, me dijo frotándose las manos y guiñándome un ojo. Universidad Católica de Murcia le pareció de cachondeo. “Eso no es cierto, ¿no? ¿Un equipo de estudiantes? ¡Anda ya!”. Con Las Rozas hizo un chiste, acompañado de otro guiño del ojo, sobre que nunca metían un gol, que siempre salía el balón “rozando” el poste… Matías Prats, ¿lo quieres de guionista? Te lo mando urgente y a portes pagados, de verdad… Y cuando vio el emparejamiento entre el Sevilla FC y el Ciudad de Lucena, se fue corriendo al portátil que tengo en el despacho y al que no sé por qué carajo no le pongo clave de acceso de una maldita vez…

“Que sí, tío, que son más de cuarenta y dos mil, que lo dice la Wikipedia… Ahora entiendo eso de que no hay rival pequeño…” Antes que explicarle que “Ciudad de Lucena” era el nombre oficial del equipo, preferí que se quedara pillado (y, por tanto, en silencio) elucubrando la estrategia veinte mil – veinte mil – dos mil que podría utilizar el entrenador rival y la necesidad de que el partido se tuviera que disputar no en un terreno de juego sino en plena Sierra Morena, a campo abierto. No descarto que, en su cabeza, que es lo más parecido al plató donde se graban los capítulos de los Teletubbies, ya estuviera barajando una alineación del Sevilla FC encabezada por el aguerrido Jiménez (no Manolo, sino Curro), y acompañado en el centro del campo por ese tridente infalible que forman el Algarrobo, el Estudiante y el Gitano.

Al rato, veíamos en Twitter un mensaje del Ciudad de Lucena saludando al Sevilla FC con estas palabras: “Es un lujo y un auténtico placer poder enfrentarnos en Copa del Rey a todo un @SevillaFC. Os esperamos en nuestra casa, os trataremos como el equipo Champions que sois…”

Faltó tiempo, claro, para que mi cuñado me preguntara a cuál de todas las casas de la ciudad se referían, que si al decir “nuestra casa”, en general, se referían al Ayuntamiento, y que cómo se trataba a un equipo Champions cuando se presentaba en tu Ayuntamiento, si salía la banda municipal a interpretar el “We are the Champions”, si era algo más en plan “Bienvenido, míster Marshall” o si, por el contrario, les ofrecían una cena degustación de productos locales a las siete y media de la tarde por aquello de ser europeos.

Lejos de armarme de paciencia y darle las explicaciones oportunas, lo que sí le dije es que uno de mis mejores amigos es sevillista y se apellida Lucena. Y que por esa doble coincidencia, él era el más indicado para explicarle todas esas cuestiones que le rondaban por la cabeza.

Antonio, nada, una cosita: que le he pasado tu móvil…

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