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Creer es poder | Jul y Gan, la opinión de Manuel Machuca

Hace unos días leí en las redes sociales que el Sevilla iba a firmar para la próxima temporada un nuevo contrato de patrocinio de sus camisetas con una de las marcas más prestigiosas del deporte mundial. Me sorprendió que los ingresos que va a percibir nuestro equipo, que supongo interesantes y superiores a las que teníamos esta temporada, no llegarán a ser ni el dos por ciento de lo que percibe el equipo al que nos enfrentábamos el sábado pasado.

Quizás no haya ejemplo mejor para la distancia económica que separa un equipo como el Sevilla, del segundo escalón de la liga española, pentacampeón UEFA, entre los ocho mejores de la Champions, con un monstruo como el Barcelona o su hermanastro el Real de Madrid, los dos equipos con mayor presupuesto del continente, o sea, del mundo. De hecho, la palabra escalón no deja de ser un eufemismo para definir la distancia que separa un escalón de otro; sería como comparar la altura del poyete que hay delante de la Giralda con la de la Giralda misma. Superar a un coloso de estas características es tarea casi imposible, y lo sería aún más si lo que se jugase no fuera un partido de fútbol, de los pocos deportes en los que alguna vez puede suceder un milagro.

Por eso da tanto coraje cuando un día en el que el milagro se puede dar, se tire todo por la borda en un minuto. Y pensar que este partidazo interruptus que hizo el Sevilla pueda significar que en la final de la Copa del Rey podamos derrotarlos, no deja de ser una quimera, porque los milagros, por propia definición, no son tan frecuentes como los pobres y desheredados de la tierra desearíamos. La cosa no es tan sencilla.

Errar los goles que falló el Sevilla ante la puerta barcelonista explica la temporada de nuestro equipo, que tiene un problema enorme este año. Y no, no es, o no solo, Óscar Arias, y los fichajes realizados, Montella y su terquedad, o la escasa habilidad demostrada e las altas esferas para subir de nivel, por mucho que hayamos entrado en cuartos de final de Champions. El principal problema es psicológico. No falta talento, ni físico; ni siquiera es la táctica. La psicología es la que está fallando, tanto para manejar al grupo y sacar lo mejor de cada uno como, sobre todo, para saber estar en el campo, para que los milagros puedan darse.

Lo psicológico es algo que históricamente no se ha manejado bien. Recuerdo a jugadores de enorme talento que se quedaron en el camino, o a medio camino. Por no ser prolijo, no se me olvida aquel Sevilla juvenil que le ganó la final de la Copa del Rey, por aquel entonces el máximo torneo de la categoría, al Real Madrid e la Quinta del Buitre. Solo Francisco López Alfaro triunfó de aquella camada, mientras que del equipo contrario todos sabemos quiénes han sido en el fútbol Butragueño, Michel, Sanchís, Martín Vázquez o Pardeza. Y qué decir de la carrera tan diferente que hicieron los dos delanteros de una maravillosa selección española Sub 21, Reyes y Fernando Torres. Sí, José Antonio Reyes ha sido un gran jugador, pero, ¿fue el que pudo haber llegado a ser?

El Sevilla ha tenido grandes equipos que nunca se creyeron que lo eran y por eso no llegaron a ser lo que podrían haber sido. Ahora no sucede igual, pero el problema psicológico, aunque sea de otra naturaleza, persiste, y urge ponerle remedio, porque es una cuestión estructural.

Sergio Rico no tuvo culpa de los goles, pero fue un flan desde el minuto 1 al 90. Bastaba ver cómo se perfilaba para sacar el balón y saber que esa noche no sería el héroe del partido. Lo digo con todo el cariño, Sergio Rico no será el porterazo que podría llegar a ser sino tiene un psicólogo al lado que le ayude a tener más decisión.

Y a Muriel, y a todos los que se acercaron en franca ventaja a la puerta de Ter Stegen, como Layún o Jesús Navas, también les ha faltado seguridad en sí mismos, autoestima le llaman. Y cuando hay déficit de confianza, el balón pesa como una losa y el cuerpo del portero hace de imán. No se trata de querer ganar, sino de creer que se puede, y la suerte suprema del fútbol es el gol, que la pelota entre por donde el portero no llegue.

Nuestra esperanza contra el Bayern de Munich es que será un partido muy diferente. Sí, es un club que nos triplica en presupuesto, que tiene jugadores de enorme talento, pero, como en el caso del Manchester, son de otra liga y su escudo no pesa tanto. Será difícil, pero no imposible. Aquí, las cagaleras son de índole más nacional.

No se trata de querer o no. Todos queremos siempre. Es creer lo que te da poder, y en esto estamos fallando, al menos en la competición doméstica. Ojalá creamos de verdad en el milagro alemán. Ojalá salga la bestia que se quedó a medio salir el sábado.

Post data: Muriel, hijo, no sonrías tanto en los partidos, déjalo para cuando marquemos goles, que no veas cómo se nos queda la cara con tus uys, miarma.

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