Cinco minutos

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Pensarán los pesimistas que al Sevilla Fútbol Club se le ha escapado una oportunidad histórica para intentar asaltar el campeonato liguero. Por el contrario, argumentarán los optimistas que estamos más cerca de conseguir un logro que hasta hace pocos años resultaba un delirio y ahora se plantea como un objetivo plausible aunque con extraordinaria dificultad. Pero lo cierto es que al Sevilla FC de Monchi y JLo se le han escapado las opciones de Liga en cinco minutos.

Por cinco minutos, no está nuestro equipo con opciones de ganar el campeonato a falta de tres jornadas para su conclusión. Los cinco últimos minutos del enfrentamiento contra el Athletic de Bilbao supusieron la pérdida de un punto y los cinco últimos minutos del partido ante el Real Madrid supusieron dejar de sumar otros dos. Tres puntos esfumados en cinco minutos que nos mantendrían a esta hora con una desventaja de tres respecto al líder, de dos con respecto al segundo clasificado y empatados a puntos con el tercero. Malditos cinco minutos.

Con Caparrós no pasaban estas cosas. Ni con Bilardo, tampoco. Ahora, sin embargo, nos pasa en una semifinal de Copa en la que nos dejan fuera de la finalísima por un gol encajado en la última jugada del encuentro, nos pasa ante un modesto como el Valladolid que se lleva un empate de nuestro feudo a falta de unos pocos minutos para el pitido del árbitro, nos pasa por partida doble ante los bilbaínos que se endosan seis puntos con goles al borde la conclusión tanto en la ida como en la vuelta, y nos pasa en el duelo principalísimo contra el equipo más tramposo de España que nos iguala cuando casi tocamos el pleno.

Acaso el León de San Fernando debiera tener una charla con JLo para instruirle de que en esos cinco minutos en los que hay tanto en juego los jugadores deben parar el partido una y mil veces tumbados en el césped con calambres reales o inventados, que los balones deben desinflarse unos tras otros sin razón aparente hasta que no quede ninguno con el que jugar, que cualquier roce del adversario debe suponer varios minutos revolcados de un dolor insoportable, que lo más cerca que debe estar el balón del área propia debe medirse en kilómetros; en fin, debería Monchi recordar cuántas conversaciones sobre esto mantuvo con el maestro Bilardo y darle algunas lecciones al entrenador que actualmente dirige a la plantilla del Sevilla FC.

Se trataría, sencillamente, de que JLo aprendiera a no jugar en esos cinco minutos. Seguro que no hay ningún aficionado del Sevilla Fútbol Club al que le importe que en esos cinco minutos nuestro equipo haga justamente lo que no queremos ver durante los 85 anteriores: que pegue los voleones que sean necesarios, que aplique el oportuno manual de marrullerías, que utilice el juego subterráneo, en definitiva, que domine eso que los cursis llaman ‘el otro fútbol’. Porque, con esta forma de proceder, el vasco se está comportando como ese amante que flirtea y flirtea durante horas elevando la temperatura de su partenaire sin llegar nunca a consumar el acto. 

Claro que esta especie de coito interruptus no debe desmerecer la belleza y disfrute del roneo previo, sobre todo cuando la calidad del acompañamiento alcanza un nivel impensable hasta hace pocos años. Como bien argumentan los optimistas, ni en el mejor de los sueños se nos habría ocurrido imaginar que íbamos a estar lamentándonos de lo poco que nos ha faltado para obtener nada menos que el premio de ganar una liga, un reto que resulta aún extraordinariamente difícil de alcanzar para el Sevilla Fútbol Club.

Si, como dice el muñidor de este Sevilla FC, hemos venido para quedarnos es algo que el tiempo dirá, aunque es evidente que por falta de ganas no va a ser. La única duda que queda al respecto se refiere precisamente a quien debe inculcar a los futbolistas ‘el otro fútbol’, ese señor que deja recelos sobre su capacidad para desenvolverse en las alturas, donde ya ha estado y de donde ha salido trasquilado en dos ocasiones. En la primera de ella, por una mala decisión en los despachos que le privó nada menos que de disputar un Mundial y, en la segunda, por su deficiente actuación al frente de un equipo del más alto nivel.

De las habilidades de JLo para el flirteo, todos disfrutamos; nos falta saborear sus méritos como amante.    

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