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Cena o vida, el dilema que tiene que asumir el Sevilla

En Getafe, el Sevilla Fútbol Club jugó como presa, y en Girona, como depredador. Ahí están los resultados. La amenaza de depredación es un aspecto importante en la vida de los animales salvajes, actuando como una influencia significativa en la ecología de las poblaciones. O nos damos cuenta de que ahora somos mucho más presa que depredadores, o nos vamos a segunda de un tirón. Para comprender mejor estas relaciones entre especies, debemos considerar la asimetría de costos y beneficios que existe entre depredadores y presas. Mientras que uno (depredador) se juega solo la cena y no le merece la pena invertir todo su esfuerzo en una sola presa concreta; otro (presa) se juega la vida e invierte todos los recursos disponibles, le va la vida en ello. Para entender los riesgos de esta situación, recurrimos a un modelo teórico en la biología de poblaciones que se denomina cena-vida. En las cadenas tróficas, unas especies juegan el rol de depredadores y otras de presas (cazador y cazado). Este es el modelo cena-muerte en etología que ahora se le puede aplicar tan bien a nuestro club en estos momentos.

Si diferenciamos la primera división española entre clubes ascensores (presa) y clubes aspirantes (depredadores); nuestro club estaría habitualmente entre estos últimos, especialmente en el siglo XXI. El Sevilla Fútbol Club se encuentra extraño e incómodo entre los ascensores, como estamos ahora; ni le pega, ni está entrenado para sufrir estos vértigos. El objetivo inmediato es salir de este grupo tan incómodo. Y el mayor riesgo actual es pretender seguir comportándonos como depredadores (aspirantes). La amenaza viene cuando la presa persiste en la actitud del depredador, cuando en realidad, en ese momento, es una presa; y no invierte todo su esfuerzo en cada choque.

Una de las muchas virtudes de Mendilibar es que inculcó en los jugadores, que se creían depredadores, conductas de presa. Y gracias a ello consiguió no solo salvar la vida, sino degustar la mejor de las cenas, el séptimo paragüero. El injusto e inoportuno cese de Mendi fue obra de los que se creían que la condición de aspirante es innata, pero eso, a Dios gracias, todavía no es verdad. Esto es lo que quiere la Superliga de Florentino, una aberración moral y un aburrimiento mortal.

El depredador tiene un margen de error amplio, la presa estrechísimo. En cada partido, el club aspirante no se juega la vida, el club ascensor sí. Los clubes ascensores están entrenados para jugarse la vida en cada partido, conscientes de la cortedad de sus prestaciones. Por el contrario, los aspirantes están entrenados para jugar a la ruleta de las probabilidades y alternan partidos sublimes con grandes fracasos; pueden permitirse el lujo de la irregularidad de esfuerzos. Jugarse la cena o jugarse la vida, en eso estamos. 

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