Llegaste en uno de los momentos más complicados para el club, sin tocar plata desde el 2010 y con batacazos en Europa un año sí y otro también. El equipo echaba de menos a un Javi Navarro que pusiera las pilas en el vestuario, y la defensa necesitaba un líder. Con la renovación total de la plantilla, Emery propuso traer a un central argentino que jugaba en Rusia, con todas las papeletas de estar en los últimos momentos de su carrera. Así fue como aterrizaste en Nervión y empezaste a formar parte de esta bendita locura. La pareja, nunca mejor dicho, que formaste aquella temporada con Carriço era temible. Por fin se veían centrales con galones en el Ramón Sánchez Pizjuán. Aquél zaguero que parecía no tener ningún futuro vio como su camino se iluminaba desde el primer momento que se puso la camiseta rojiblanca.
Creciste y el club se hizo grande contigo. La seguridad que transmitías hizo que la afición te quisiera como si llevaras vistiendo la camiseta toda la vida, como si te hubieras criado en la Carretera de Utrera. Un año duro, con rondas previas para poder entrar en Europa, pero por fin volvimos a donde nos correspondía. Tú y diez locos de la cabeza más tocasteis la gloria en Turín. Tus intervenciones esa noche fueron claves para alzarnos con aquella Europa League. Y así hasta tres veces. Tu veteranía y tus ganas de aportar al equipo hicieron que otros compañeros con menos experiencia pudieran aprender lo que es el sevillismo. Puede que no fueras el protagonista, ni tampoco el titular, pero ahí estabas.
Las lesiones no fueron nunca un impedimento para que volvieras a ponerte la camiseta del Sevilla, como demostraste en aquél duro año de 2015. Volviste a Rusia y una maldita jugada te tuvo un año apartado de los terrenos de juego, pero no del club. Tu compromiso siempre ha sido de las cosas que más me han hecho admirarte, pocos jugadores han sido capaces de arriesgar tanto como tú. Y todo por un escudo. Nuestro escudo. Un escudo que has llevado grabado a fuego desde el primer minuto, al igual que lo valores que representa. Cuando todos te daban por muerto pasó lo mismo que cuando dan por muerto al Sevilla. Volviste a levantarte, a luchar y a ganar, para ponerte de nuevo el brazalete de capitán y dejar claro que eres un sevillista más, que nunca te rindes.
En tu despedida dijiste que no naciste siendo sevillista, pero que morirás siéndolo. Yo tampoco nací siendo fan de nadie, pero puedo asegurar que, desde que te pusiste la camiseta del Sevilla, me declaré parejista hasta la muerte. Qué orgullo ha sido ver a la Casta y el Coraje representadas en un futbolista. Hasta siempre, mi capitán, que te vaya lindo.