Business is business

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Parece obligado hablar del oportunísimo gol de nuestro meta Yassine Bounou, Bono para todos los que lo idolatramos. Un gol que de alguna manera tapa la deficiente actuación del Sevilla Fútbol Club en Pucela, y que recarga la moral de un equipo cansado después de tanta tralla, de tantas competiciones jugadas al máximo nivel y de haber sido apeado en Copa y en Champions por esa falta de prestancia que padecemos en ciertos envites de gran nivel, algo que solo repitiendo una y otra vez la experiencia podrá llegar algún día a solucionarse. Y, por cierto, dicho sea de paso, en breve tendremos la oportunidad de comenzar a enmendar en el próximo partido de liga, cuando recibamos al Atlético de Madrid.

Hacerte un nombre, sentirte respetado en el mundo del fútbol, no es tarea fácil. No lo digo en lo que se refiere a la gente del fútbol, a futbolistas y entrenadores, que sí que saben qué clase de equipo es el Sevilla. Basta recordar lo que alguna vez dijo del equipo un entrenador como Jürgen Klopp, que no conoce la victoria frente a nuestra escuadra, o las recientes declaraciones de Pep Guardiola, por mucho que tuvieran como verdadero objetivo quitarse presión ante su próxima eliminatoria de Champions. Dos de los mejores entrenadores del orbe hablan maravillas del Sevilla Fútbol Club, y no son los únicos.

Sin embargo, en el tema de la dirigencia, y ahí podemos incluir también a su brazo armado, el gremio arbitral, la valoración es bien diferente. El rasero es muy distinto. Durante estos días, en casa nos hemos preguntado si se hubieran atrevido a designar para el sábado, con tan poco descanso como el que tuvimos, un partido de alguno de los llamados tres grandes. O qué hubiera sucedido si en lugar de agarrar por el cuello a Munir El Haddadi en el último minuto de la eliminatoria, el defensa del Borussia Dortmund hubiera hecho lo mismo a Lucas Vázquez o a Martin Braithwaite, por no citar a las estrellas de siempre que, dicho sea de paso, para que acaben expulsadas de un terreno de juego, como debió haber acabado Messi en Copa del Rey, han de agarrar una metralleta.

Si las batallas deportivas poco a poco se van superando, quedan otras que pueden ser mucho más duras. Es triste decirlo en algo que solo debería ser deporte pero que queda relegado y oscurecido por un negocio en el que quienes de verdad ganan, no le han dado una patada a la pelota más allá del patio del colegio en el que estudiaran, si es que llegaron a hacerlo. Y, además, como el negocio está montado como está, el silencio lo cubre todo. Lopetegui se quedó solo en la protesta y luego no volvió a decir ni mu después de aquellas declaraciones. ¿Miedo a las represalias? ¿Bozal para que no se quiebre el negocio?

La realidad es que el silencio que amordaza se parece mucho al de aquellas películas de gánsteres en las que el camarero del bar en el que se iba a producir el ajuste de cuentas y se agachaba tras el mostrador justo un segundo antes de que se perpetrara la vendetta. Nihil novum sub sole, decían los latinos. Nadie ve nada, nadie sabe nada. Business is business. El negocio es el negocio, ¿capisci? Sí, claro que lo comprendemos. No sé si será por eso o por casualidad que en casa confundamos a Tebas con Bárcenas cada vez que salen en la tele. Las cosas de la Corte y los paletos de provincia.

Menos mal que el enorme portero marroquí nos salvó de la debacle y al menos salvamos un punto. Porque el Sevilla Fútbol Club del sábado parecía un boxeador sonado. Recordaba a otras épocas de mediocridad en las que las derrotas por uno a cero, o por dos a cero con un segundo tanto postrero con todo el equipo buscando el empate, eran lo habitual de un tiempo gris que parece que ya es historia, al menos tal y como nos dibujó el futuro el presidente Pepe Castro días atrás, en unas declaraciones en las que no sé si hubo venta de humo, o anticipo de la de nuestras estrellas, pero en las que hizo mutis por el foro en lo que respecta al descanso de esos esclavos de oro llamados futbolistas.

Por no tener fuerza política, ni siquiera la tenemos para que vayan a la selección jugadores de la talla de Joan Jordán. Cuánto trabajo le va a costar al excelente centrocampista catalán debutar en la selección mientras juegue en el Sevilla. Quizás le tenga que ocurrir como a Pablo Sarabia, que ha tenido que irse a Francia de suplente para ser internacional.

Al fin llega un tiempo de descanso competitivo. Para relajar las mentes y recobrar fuerzas. Para tomar otro ritmo competitivo y alcanzar los objetivos deseados. El presidente dijo estos días que necesitábamos clasificarnos para la Champions cinco años seguidos para pensar en cotas más altas. Esperemos que este sea el segundo, que se cumpla al menos el ciclo soñado y que el escudo del Sevilla Fútbol Club comience a pesar también en los despachos. Aunque para ello nos tememos que no solo el fútbol, sino este país, ha de ser el que cambie. Y es que con una corte capitalina como la que tenemos y una contraparte nororiental tan empeñada en parecerse a ella, esta tarea va a durar años. Muchos años.

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