Una pena, Capital

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El árbitro que tenía la jugada adelante,  no lo vio. Cobran el penal igual. Lo patea el  jugador que más atención tiene en los medios. Lo celebra señalándose el pecho (no el escudo, el pecho). El  resto de la historia ya la conocemos, la recordaremos, las podremos revivir en internet. Tuvimos un ataque de misticismo, un amigo terminó borracho en una esquina  replanteándose su postura de vida porque decía que al parecer esto del karma funciona en serio.

Y les decía, lo podremos revivir en Internet porque en la TV, al otro día, pasaron los goles casi como un accidente. Se dedicaron a hablar del penal que no fue, y de los insultos, y de otras cosas que no van con nosotros, firmes candidatos a ganar la liga, el torneo más importante que estamos jugando, con el que podemos hacer historia. Nos daban la espalda y se notaba algo que debemos tener presente y explica muchas  de las desgracias de la humanidad. Los de la capital  nos  trataban  de forma despectiva.

Recordé cuando en  Tacuarembó (la ciudad uruguaya donde nació Carlos Gardel) me dijeron sentirse ninguneados por la gente de la capital. A su vez la gente de Montevideo dice que en Buenos Aires, la capital de Argentina (y una ciudad con mucho peso dentro de la región) se mira con superioridad al resto de las ciudades de Latinoamérica. No son pocos los “porteños” (habitantes de Buenos Ares) que dicen haber sido maltratados  en  las capitales del mundo, en Estados Unidos o Europa. Parece una historia de nunca acabar. Porque una vez estando en Cádiz escuché una chirigota cantar su rechazo ante el trato recibido en Sevilla, y así podemos empezar de nuevo…

No hay excusa, histórica, antropológica, social o económica. Este terrible defecto cultural hay que combatirlo. Ser cómplice es tan violento como un insulto. Yo no gasté ni una gota de saliva en insultar al jugador que el karma puso en su sitio (¿o será que mi sueño poético del partido anterior tardó en llegar y lo que hizo fue una declaración de amor al sevillismo?) pero sentí el trato de los medios capitalinos como un insulto. Les importó más apoyar a Zidane  que cualquier elogio ante nuestro equipazo, ante su fútbol y sobre todo ante su actitud.  Estaban más preocupados de la sanción que nos quieren meter por insultar que en el insulto explícito, cargado de violencia que lleva el destrato, el ninguneo, el clasismo. Nosotros debemos ser diferentes. Merecemos ser diferentes.

No quiero ser  como el Real Madrid, ni como el Barcelona, si ser uno de los “grandes” implica eso, prefiero seguir siendo del Sevilla, un gran equipo, con una gran afición que alienta a su equipo, y cree en él. Es grande porque respeta a los demás. No necesita mirar  con desprecio al Málaga o al Granada, que dicho sea de paso nos costó tres puntos que hoy estarían haciendo llorar a Josep Pederol.

1 COMENTARIO

  1. Desde la ninguneada y ninguneadora Tontovideo, te leo y dan ganas de hinchar por ese equipo.
    Pero quelevasahacer, soy del bohemio y entiendo bien cómo va la cosa. También tengo amigos madridistas, indios, barcelonistas, y veo cómo los ricos se cagan de risa de los pobres y nuestras pasiones.
    Arriba, Joaquín, arriba tu Sevillano y tu Cerro y mi querido Wanderers.

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