Un sinvivir

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Esta vez no hubo un Mateu al que echarle la culpa. Por muchos Mateus Lahoz, Tebas veteyá, Machines de dos gardenias y excusas varias, si no nos clasificamos para la Champions esta temporada, no será por mala suerte. Esta vez, no. Por mucho que nos duela, serán los deméritos los que perfilen de forma definitiva una campaña decepcionante. Sí, que mucho Sevilla, que lo llevo en el corazón, que el domingo a por el Leganés, que nos hierve la sangre roja… Pero, ¿a quién le hirvió la sangre roja en el césped de Montilivi?

 Nos eliminaron de la Copa, de la Europa League, solo tenemos por delante la liga, nos la jugamos y nos la tenemos tiesas ante el equipo de una ciudad dormitorio de la capital, algo impensable, y no somos capaces de morder, de dejarnos la piel en el campo, de darlo todo. ¿Por qué?

Perder se puede perder con cualquiera. Sin ir más lejos, el Real Madrid lo hizo después de veintidós años con el Rayo Vallecano. Pero no se jugaba nada, ni puede aspirar a más ni a menos, por mucho que haya caído tan bajo. Pero, ¿y nosotros?

Con un calendario en teoría agradecido, hemos perdido dos oportunidades increíbles para alcanzar unos objetivos que salen muy baratos este año, y quién sabe si este saldo lo vamos a encontrar la temporada próxima. Perder frente al Getafe y al Girona, y de una forma a cual más ridícula,  con lo que nos jugábamos, es descorazonador. Tanto, que a día de hoy, pensar que vamos a rascar algo en la próxima salida, frente a un equipo como el colchonero, con el cariño nos tienen sus futbolistas y su afición, parece quimérico. Y eso, contando, que ya es contar, que otro equipo de pueblo con aspiraciones europeas no termine de meternos las cabras en el corral en Nervión.

Da la sensación de que hay muchos futbolistas a los que la temporada se les está haciendo muy larga. Y hay otros, que pueden coincidir con los anteriores o no, que sienten que el año que viene no estarán por aquí. Percibo que el desmantelamiento del equipo, un clásico de todos los veranos, está ya en la cabeza de muchos y se ha adelantado a la primavera. Ya es primavera al lado del Corte Inglés. Ojalá me equivoque.

Muchos dirán, y no les falta razón, que la clasificación para la Europa League está prácticamente asegurada, un punto sobre nueve sería suficiente, que estamos mal acostumbrados, porque esta trayectoria era impensable hace unos años, no tantos, y no le quito la razón a quien piense así. Seguramente entonces, si bajásemos a segunda de nuevo, por esa misma regla de tres, nadie debería ir a celebrar un ascenso si cayésemos al pozo de nuevo, ¿no?

Cada día trae su afán, dice el refranero, y cada temporada futbolística, el suyo. Por eso, si antes el afán era subir, no bajar, aspirar a clasificarse para la antigua UEFA, ahora los afanes, el presupuesto y la mentalidad, son otros. Y como son otros, no nos debemos conformar.

El manquepierda no es nuestro lema, el nuestro es el dicen que nunca se rinde, y en Girona hubo rendición. Y la hubo cuando el equipo tiene metas importantísimas por conquistar, cuando lo hemos tenido a huevo y no hemos sido capaces de comparecer.

Sí, esta temporada hemos tenido el VAR en contra, a Mateu, a las tarjetas de Banega, a la inexperiencia en la planificación, a…

Y a nosotros mismos, que cuando hemos tenido que dar el do de pecho, en Barcelona con dos goles de ventaja, en Praga frente a un equipo de una liga de tercera categoría, ante equipos advenedizos en la liga de las estrellas, no hemos competido.

El sábado fue la jornada de reflexión para decidir qué íbamos a hacer con este país. Urge darle una vuelta ahora a qué vamos a cambiar en el Sevilla. Porque, al menos para mí, lo de esta temporada es un sin vivir. Un mareo. Del cielo al infierno en apenas setenta y dos horas. Qué angustia, chiquillo.

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