No se puede encontrar un solo sevillista que no conozca lo último entre Sergio Ramos y su amado Sevilla FC. El camero, consciente de su ruptura con los ultras sevillistas, decidió tomar la responsabilidad de tirar el penalti, que marcó de una forma algo extravagante, a lo Panenka. Esta acción combinada con los posteriores gestos señalándose el nombre y poniéndose las manos en las orejas ha levantado una polémica inimaginable.
A pesar de haber pedido perdón al resto del estadio, a la afición sevillista no le sentó nada bien que actuara de tal forma, a pesar de que el central afirma que «son muchos años los que vengo viniendo aquí. El Sevilla siempre será mi casa piten unos u otros». Sobretodo se cuestionó el por qué del «recibimiento a Rakitic o Alves, que no han mamando aquí, como dice un amigo, y se le reciben como dioses. Conmigo, insultan a mi madre. No voy a cambiar mi forma de jugar».
El Sevilla, por su parte, ha decidido tomar cartas en el asunto y ha trasladado a la Liga de Fútbol Profesional (LFP) la petición de denuncia ante el Comité de Competición de la RFEF y en su caso a la Comisión Estatal Antiviolencia por los gestos realiados por Sergio Ramos, dejando claro que condena los insultos hacia su persona y que es un acto que daña la imagen del club.
El divorcio con el sevillismo
Desde su salida del Sevilla en 2005, Sergio Ramos siempre ha llevado por bandera su declarado sevillismo, aunque los verdaderos sevillistas, aquellos que animan al equipo y lo alientan cada partido en el estadio, lo ponen en tela de juicio. Lo ocurrido el jueves ha sido sólo un episodio más en la historia entre el camero y la afición sevillista. Sus celebraciones al marcar, su ansia de marcar al Sevilla y estos últimos gestos han hecho que la bomba estalle. No sólo los Biris, sector del sevillismo al que el central dedicó los gestos, están en contra del canterano, a pesar de pedir perdón al resto.