Para qué sirve un entrenador

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No sé si nos sentó peor escuchar los tres chicharitos que celebró nuestro vecino la noche del sábado o sus risotadas del domingo por la mañana. Jul estaba indignado. Tanto, que pegó un puñetazo en la pared que casi la atraviesa y le rompe el plasma a ese bético insoportable con el que compartimos planta en el bloque. Gan tampoco estaba de muy buen humor que digamos, pero él es mucho más diplomático, odia la violencia, así que se conforma con que nuestro perro Palop, un gran danés enorme y más rápido que su compatriota Kjaer― lo cual tampoco es nada del otro mundo, todo hay que decirlo―mee en la planta que el vecino tiene en su puerta.

La primera vez que Gan dejó que Palop meara traté de reñirle, pero él ― Gan, por supuesto, porque Palop no habla, es lo único que le falta, con lo listo que es― me tranquilizó:

― No te preocupes, que el vecino no se da cuenta. El único que sí se percata es su perro salchicha Adán, que, al oler la meada de Palop, mea él en la maceta, levantando la pata a duras penas. No le da tortas ni nada nuestro vecino al pobre de Adán cuando lo hace. Pobre perro.

El caso es que Jul y Gan, después del cabreo del domingo, se han puesto de acuerdo en que escriba sobre Montella, porque dicen que no es normal que en menos de una semana pasáramos de creernos los reyes de Europa a caer tan bajo como Adán, el perro salchicha. Lo digo sin acritud, porque el problema no es que su dueño sea bético sino su raza, que arrastra la panza por el suelo.

Gan se quejaba de la desastrosa forma de manejar el grupo que tiene el entrenador.

― A ver, ¿qué coño tiene que hacer un entrenador ahora? ― las palabras altisonantes son impropias en Gan, que suele ser bastante moderado al hablar―. El entrenador viene con su equipo técnico: un preparador físico, un segundo entrenador, hasta un preparador de porteros si hace falta. Y este incluso se ha traído a un símbolo para nosotros, a Enzo Maresca para que le ayude. Lo único que tiene que hacer es plantear una táctica, para lo que le ayuda también su segundo, y conocer a sus jugadores, hacerlos competitivos, que estén metidos en el proyecto. Desde luego, le doy toda la razón a Palop.

― ¿Al perro? ― preguntó extrañado Jul.

― No, hombre, no, a nuestro antiguo portero. El perro todavía no entiende fútbol.

Gan argumentó que no se podía hacer una temporada con doce o trece jugadores.

― ¿Para qué se ha fichado a Sandro, a Roque Mesa? ― los ojos se le salían por las órbitas a Gan, mientras Jul enrojecía y comenzaban a estallarle los botones de la camisa―. Layún está jugando porque Jesús Navas y Corchia están lesionados. Si no llegan a estarlo, lo veo sentado en el banquillo con su sombrero mexicano y un poncho a lo Clint Eastwood en Por un puñado de dólares que le habría hecho New Balance expresamente para él.

Jul no podía hablar mucho. Él es un hombre de pocas palabras, y si se trabuca, enrojece y ya la tenemos liada. Cualquier otro lunes no hubiera importado que aporreara la pared, pero precisamente este, estaba en su casa el vecino, pues casualmente no jugaban ese día.

― Un entrenador tiene que conocer a su jugadores― continuó Gan―, sacar lo mejor de ellos, hacerlos buenos y no empeorarlos; estimularlos y no hacer que tiren la toalla. ¿Por qué no revisa el entrenador vídeos de Sandro, cuando triunfaba en el Málaga, o de Roque Mesa cuando lideraba Las Palmas? ¿Por qué no ve los goles de Ben Yedder para saber cómo adaptar el sistema a un futbolista que mete veinte goles por temporada, a pesar de Montella? ¿Para qué coño sirve un entrenador si no es para eso?

Ahora era Gan quien enrojecía, pero siendo tan debilucho, lo más que hacía era sudar.

― Los jugadores están ya pensando en la próxima temporada ―añadió―. Los suplentes, porque no seguirán, y los titulares, porque no quieren seguir. No van a pelear la Liga porque el escaparate es la Champions. En la Champions es donde únicamente los vamos a ver compitiendo en serio. Y os digo una cosa, esta gente son capaces de eliminar al Bayern. Y pasará lo mismo que contra el Manchester: nos sentiremos felices, callaremos al vecino, Palop meará en la maceta y nos tragaremos a Montella la próxima temporada. Os lo digo yo.

Ahora el cabreado era yo. Les dije que ya no escribía más, que ya tenía bastante. Aproveché que había dejado de llover (sí, es cierto, ha habido algunos ratos en este mes que no ha llovido) y le puse el collar a Palop para darle un paseo. Al abrir la puerta escuché al vecino canturrear ese conato de himno que tienen. Seguro que me había escuchado salir. Cómo desafinaba en los oles, cualquier día lo eligen para que nos represente en Eurovisión. Era lo que me faltaba, así que miré a Palop y adivinó mi gesto. A este perro no le hace falta más que hablar, p Para opinar de fútbol, claro está. Levantó la pata en el sitio justo y ambos nos quedamos más tranquilos..

Esto es para mear y no echar gota. Ay, Palop, vuelve al Sevilla. El perro, no, el otro.

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