Si hay algo que está marcando el inicio de Eduardo Berizzo como entrenador sevillista son las rotaciones. El argentino ha utilizado a todos sus jugadores en Liga y ha hecho que el Sevilla sea una de las plantillas que cuenta con mayor distribución de minutos entre sus miembros.
Obsesión por evitar el caso Sampaoli
La fijación de Berizzo por las rotaciones tiene su origen en el curso pasado. Paradójicamente, con el Celta fue el entrenador que menos rotó de la Liga. Sin embargo, analizando la evolución del Sevilla de Sampaoli y el final de Liga del equipo de Vigo la temporada pasada, cuando ambos conjuntos sufrieron un bajón físico en el tramo final, Berizzo vive obsesionado con que no vuelva a ocurrir lo mismo este año.
Como consecuencia, no ha repetido once y está introduciendo una media de más de 6 cambios por partido en la alineación, o lo que es lo mismo, más de medio equipo. Una cantidad demasiado elevada para tratarse del primer tramo de Liga en el que el equipo debe afianzarse y tener definidos los roles principales.
Confusión y exceso de rotaciones
En lugar de mantener a todo el plantel enchufado, las rotaciones están produciendo el efecto contrario. Los jugadores están confusos, no tienen confianza ni saben qué papel desempeñan. Además, como es obvio, algunos se están cayendo cada vez más (Borja Lasso, Montoya, Geis), mientras que la afición aún no sabe a qué equipo titular atenerse.
Es lógico que Berizzo pretenda utilizar el fondo de armario de una plantilla, que a priori cuenta con muchos y buenos recursos, pero las rotaciones requieren de un uso menos radical. El once sevillista cambia demasiado de un partido a otro y ha terminado por desorientar al plantel. Hay minutos para todos, pero unos deben jugar más que otros en los momentos importantes. Berizzo debe encontrar el equilibrio si no quiere acabar fracasando por huir de los fantasmas que agotaron el proyecto de Sampaoli en la recta final. Principalmente, porque corre el riesgo de estrellarse en la rampa de lanzamiento.