Con la euforia dejé que se fuera el Dr. Sevilla. Ahora el que está en peligro soy yo. Me van a venir a buscar y me van a querer encerrar, por loco. Tengo una esperanza, algo me dice que hasta el psiquiatra dudó, me vio en acción. Vimos juntos el partido en un pequeño televisor que metí al sótano de la tienda de Nervión, quería comprobar si el Dr. era (o no) un palangana de verdad. Fue testigo directo de cómo ante mi pedido (súplica en realidad) de que pusiera a Ben Yedder al fin me hicieron caso. Cierto es que mi súplica comenzó a los diez minutos de partido y el cambio fue a los 70, pero el resultado está ahí. Estamos a punto de eliminar al Bayern de la Champions. Además estoy tranquilo, nadie me puede acusar de loco. ¿Yo soy el loco? Si lo fuera, sería lógico. Digan que no los enloquece un poco lo que está pasando. Eliminamos al Atlético de Madrid y luego nos meten cinco. Clasificamos a cuartos de la Champions y perdemos con el Leganés (que no hay que subestimarlo, por algo ganó el Trofeo Puchero 2015). Tenemos a uno de los goleadores de la Champions pero casi no lo ponemos, preferimos jugar con Muriel. Nos pasamos media temporada criticando a Rico y se manda dos atajadas magistrales. ¿Es para estar loco? ¿Qué haría alguien cuerdo con Montella?
Hablando de locos. Toda la semana me estuvieron llamando a mi teléfono secreto (¿cómo lo consiguieron?) unas personas que no quisieron identificarse dispuestas a pagarme mucho dinero por mis acciones del club. Tengo muchas porque vendí mi casa para comprarme unas cuantas. Me las quieren comprar y por supuesto jamás las voy a vender. Porque el Sevilla es mío. Soy loco, no estúpido. ¿Quién es? ¿Un Jeque? ¡Pero si a esa gente le gusta el dinero no el fútbol! ¿Son un grupo corporativo que quiere adueñarse de mi club? ¡Pues no saben con qué tipo de loco van a tener que lidiar!
Aunque no lo crean hay gente a la que SÍ les gusta esto, mucho más que el dinero. Unos pocos, muy locos. O quizás no seamos tan pocos. Ni estemos tan locos.