Una vida encierra muchas vidas tal como lo podemos constatar en Pier Paolo Pasolini, el gran director de cine italiano, nacido en la ciudad de Bolonia el 5 de marzo de 1922, y asesinado el 2 de noviembre de 1975.
Hay tiempos oscuros en los que las etiquetas se ponen de moda, peor aún, parecen imprescindibles. Se instala un tema y estamos obligados a opinar o a elegir un bando, colgarse una etiqueta, o una bandera. Por suerte la historia nos muestra genios que contra todo pronóstico y sin importarle nada más que su coherencia y su felicidad, aún a costo de su vida, rompen los esquemas. Pasolini fue un genio odiado por quienes necesitan las etiquetas para poder vivir su mediocridad. Los cineastas lo odiaban por envidiar su talento, los conservadores por comunista, los comunistas por homosexual, los homosexuales por amar el fútbol. Esta descripción también encierra injustas etiquetas. Dentro de todos esos colectivos, gente sensible e inteligente, lograba admirar y disfrutar al escritor, dramaturgo y director italiano, en toda su magnitud, incluso cuando hablaba de muestro amado deporte.
Pasolini escribió un artículo titulado «El fútbol es un lenguaje con sus poetas y prosistas”. Fue publicado por «Il Giorno» en su edición del 3 de enero de 1971, poco después de la final del Mundial en México y en la que Italia había sido vencida por Brasil (4 a 1), en un encuentro que es considerado como uno de los mejores en la historia del fútbol. El ensayo formó parte de la obra «Ensayos sobre literatura y arte” que se publicó en 1999. Y decía maravillas así:
“El fútbol es un sistema de signos, o sea un lenguaje.”
“La sintaxis se expresa en el partido, que es un auténtico discurso dramático”
“Puede haber un fútbol como lenguaje fundamentalmente prosístico y un fútbol como lenguaje fundamentalmente poético. En el fútbol hay momentos que son exclusivamente poéticos: se trata de los momentos del gol. Cada gol es siempre una invención, es siempre una perturbación del código: todo gol es fulguración, estupor, irreversibilidad. Precisamente como la palabra poética. El goleador de un torneo es el mejor poeta del año”.
“Sin hacer distinción de valor, sino en sentido puramente técnico, en México la prosa estetizante italiana ha sido vencida por la poesía brasileña”.
Su valiosa visión del deporte, logró romper con estereotipos, desafió a quienes creen que el fútbol es un deporte/ negocio, hueco y sin sentido. Algo más poderoso que los mercaderes que intentan todos los días y a todas horas arruinarlo y alejarlo de nosotros.
Y por si esto fuera poco, nuestro admirado amigo no se cortaba en las entrevistas. «Dejando a un lado al cineasta y al escritor, ¿qué le gustaría ser?», le preguntaron Pasolini: “Un buen jugador de fútbol. Después de la literatura y el erotismo, para mí el fútbol es uno de los mayores placeres».
Pasolini jugaba al fútbol. Tenía esa costumbre que algunos no podemos quitarnos, ver un balón y correr tras él. Lo hacía por varias razones, pero una me parece especialmente conmovedora. Decía que jugar al fútbol lo llevaba al patio de su colegio, a esos días en que se podía ser completamente feliz.