El accidente

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―La Liga española es un torneo que se juega a treinta y ocho jornadas, aunque hay equipos que apenas a la tercera ya han conseguido su gran objetivo―. Era Gan quien hablaba así mientras esperábamos a la ambulancia.

―El fútbol es así, ya lo dijo el filósofo, ― añadió―y en lo que se refiere a rivalidades locales, si el equipo menor de una ciudad vence a su vecino, ya tiene la temporada hecha. O casi, porque querrán ganarnos otra vez en nuestro estadio, con eso se conformarán.

Me sorprendió que hablara así, con tanta grandilocuencia. Gan siempre ha sido muy pensativo, con su puntito melancólico, lo que a su juicio le ha permitido soportar mejor los momentos tristes de nuestro equipo. De todas formas, y en eso siempre le he dado la razón a Jul, tampoco era capaz de disfrutar como su amigo de las victorias.

Temerosos de que los sanitarios fueran béticos y quisieran abrir una investigación policial ante la herida que nuestro vecino presentaba en la cabeza, ―herida que por cierto, le había cubierto por completo de rojo el escudo y la mitad de la propaganda de Farusa―, optamos por utilizar la colchoneta con los colores de su equipo como camilla, bajarlo a la calle y esperar allí a que acudieran los servicios de urgencia.

¿Qué fue lo que pasó? La verdad es que no vimos nada, pero escuchar, sí, y no solo el grito de gol cuando marcó el mejor cuenta- chistes de la liga. Sucedió nada más acabar el partido. Escuchamos abrir la puerta, una pequeña carrera, un ziiiiip doble muy largo…y los gritos humanos y perrunos. Nuestro querido vecino, y su perro salchicha, habían resbalado en una mancha de aceite que había a la puerta de su casa y se habían dado de bruces con la pared desconchada del pasillo, con el resultado de una herida sangrante en la cabeza del humano y una leve pero dolorosa quemadura que interesaba el rabo, la pilila y el escroto del sabueso.

Salimos tan rápido como pudimos. De hecho, nos fue imposible presenciar por televisión el ensayo de celebración de título mundial que hizo la afición del equipo de nuestro vecino al finalizar la contienda. Por lo que nos dijeron, solo faltó el cañón de papelillos.

Recién ocurrido el accidente, con nuestro vecino por el suelo en un mar de Ays y su perro con el rabo desollado en un mar de Guaus, pensamos en bajarlo de inmediato, pero la camiseta de nuestro equipo, el derrotado, hubiera levantado sospechas de que algo tuviéramos que ver con su brecha en la cabeza, acreedora sin duda de muchos más puntos de los que su equipo había obtenido en el encuentro.

Aprovechando que ni el vecino ni su can estaban para mucho, rebuscamos en los cajones de su armario para cambiarnos nuestra camiseta por una suya, pero, a pesar de que teníamos pastillas para vencer la urticaria en casa, las que toma Jul cuando le da un ataque de esos en los que se pone bien colorado, y estábamos dispuestos a tomarlas por lo que nos pudiera pasar al enfundarnos algo así, apelamos a nuestros principios y decidimos no utilizar las que nos encontramos, una con un chupe como emblema y otra que ponía I love Lopera (con el cariño que le tenemos a ese hombre). De todas formas, tontos no somos, así que nos cambiamos nuestras camisetas por unos polos de cocodrilo mantero que habíamos comprado una semana antes a un senegalés de piernas tan ligeras como las de Quincy Promes.

El ruido ensordecedor de cláxones por la celebración del equipo menor nos impidió escuchar la llegada de la ambulancia. Nerviosos, esperamos a que bajaran los sanitarios. Jul se había quedado arriba con el salchicha y nuestro perro, que, haciendo honor a la raza del can vecino, se lo quería merendar (Yes, we can).

Al descender los profesionales del vehículo, nos dimos cuenta de que tampoco allí el horno estaba para bollos. El enfermero y el médico tenían sus diferencias. Se notó cuando revisaban la herida:

― Esto no es nada. Este tío está haciendo teatro, como Pau López― mascullaba el médico.

― ¿Teatro? ― se quejaba el enfermero―. Teatro el de Roque Mesa. ¿No ves que se está desangrando?

― ¿Quién es el médico, eh? La camiseta esa se le está poniendo de muy buen color. Anda, trae puntos de esparadrapo y lo subes a su casa en la camilla, porque esta colchoneta se ha estropeado ― respondió el matasanos mientras pinchaba con una aguja el artículo playero que recordaba la visita del Cherzi a su estadio en la época del Criaturuceno.

El tema no acabó ahí. Huelgo contar más detalles de la discusión por ser poco decorosos para profesionales de la salud.  El enfermero se lanzó contra el médico cuando este regresaba legalmente a la ambulancia y posteriormente se tiró al suelo simulando agresión del matasanos. Si llega a estar el árbitro del partido expulsa sin dudarlo al médico, pero afortunadamente solo nosotros presenciamos el altercado y pudimos separarlos.

Al final, tuvieron que llevárselo, porque nuestro vecino empezó a delirar. Balbuceaba que su equipo había ganado la Liga y la Champions, hasta el Carranza, por lo que el médico temió que pudiera haber afectación hipotalámica.

Regresamos a casa una vez la ambulancia tomó camino del hospital. Al entrar, Jul nos recibió con los brazos abiertos, harto de proteger al perro salchicha del vecino de nuestro valiente chucho. Antes de cerrar la puerta observamos las huellas del accidente. El rojo de la sangre se imponía al grasiento verde.

― Mañana por la mañana tenemos que comprar aceite. No tenemos para las tostadas― recordó Jul.

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