70 años del 8-0 al Barcelona

Han pasado ya muchos años, exactamente setenta, de una goleada que pasó a la historia como una de las más holgadas desde que empezó la vida de la Copa del Rey allá por 1903. Los protagonistas fueron los mismos que se medirán el próximo domingo en la final, Sevilla y Barcelona. En aquel partido, los sevillistas sometieron sin piedad a los culés con un aplastante 8-0.

Ocurrió un 21 de abril de 1946. La sombra de la posguerra se prolongaba como una tormenta monzónica y oscurecía la vida de aquella España. En medio de esa penumbra, el fútbol daba una tregua a una deprimida sociedad. Una agradable tarde de primavera en el viejo Nervión. El tiempo ya ha puesto amarillo el recuerdo de un partido inolvidable. El Sevilla y el Barcelona se encontraban en los octavos de final de la Copa del Generalísimo, actual Copa del Rey. Era el debut de ambos equipos en la competición ese año, puesto que, anteriormente, había habido una ronda previa pero, tanto andaluces como catalanes habían quedado exentos de jugarla. Al igual que hoy, la década de los años cuarenta fue muy exitosa para el Sevilla. El equipo alcanzó la máxima expresión de un estilo de juego que le permitió ganarse el respeto y la admiración en toda España a finales de la década de 1910, con el nacimiento de La Escuela Sevilla, de la mano de grandes jugadores como Armet Kinké, Spencer, Brand, Escobar y León, integrantes de una delantera letal, conocida como la Línea del Miedo. Era una forma alegre y vistosa, rápida y elegante de jugar a la pelota, un auténtico espectáculo para el público presente en cada campo donde jugaban los de Nervión.

La delantera Stuka

A finales de los años treinta, tras el silencio de las bombas y la metralla que puso fin a una guerra fratricida, una nueva línea de atacantes sembró el miedo en las áreas rivales y encumbró al Sevilla entre los mejores equipos de España. López, Torrontegui, Campanal, Raimundo, Pepillo y Berrocal, componía la famosa delantera de los Stuka, que debía su nombre a un bombardero del ejército alemán. Aquella suerte de delanteros marcó nada menos que 216 goles en cuatro temporadas y llevaron al equipo sevillista a conseguir éxitos como la Copa del Generalísimo de 1939, doblegando al Racing de Ferrol por 6-2, y pelear por el campeonato de Liga varias temporadas. Una Liga que se le resistía al Sevilla y que, finalmente, conquistaría en 1946.

En aquella temporada ya no formaban parte de los Stuka algunos de sus antiguos integrantes, pero seguía siendo una delantera superlativa, con López, Arza, Araujo, Herrera y Campos. Además, el club nervionense adquirió dos nuevos jugadores cuyas aportaciones serían trascendentales, el mencionado Araujo y el defensa Antúnez. A los mando de aquella plantilla estaba el añorado Ramón Encinas que dotó al equipo de belleza en el juego y efectividad en el ataque. Esa efectividad se puso de manifiesto de una manera abrumadora en la ida de la eliminatoria de octavos de final de la Copa del Generalísimo, ante el Barcelona. El Sevilla humilló al equipo azulgrana, endosándole un contundente 8-0, una de las mayores goleadas de la historia de la Copa y la segunda más holgada sufrida por los culés, después de un 11-1 encajado ante el Real Madrid unos años antes, en otra eliminatoria copera. No obstante, en aquellos años el Barcelona también sufrió la superioridad sevillista en otro partido, esta vez de Liga, jugado seis años antes, concretamente un 29 de septiembre de 1940, en Nervión. En esta ocasión, el resultado fue aún más abultado, ganando los sevillistas por 11-1, con cuatro goles de Campanal, tres de Torrontegui, dos de Raimundo y uno de Berrocal. Tras el 8-0, el Sevilla pasó, evidentemente, la eliminatoria y se enfrentó al Atlético de Madrid en cuartos, a quien también aplastó con un 6-3 en el partido de vuelta en casa, tras perder 1-0 en Madrid. Sin embargo, esta superioridad del equipo nervionense no le sirvió para conseguir la Copa, ya que se topó en la semifinal con un gran Valencia, y esta vez la goleada la sufrió el Sevilla, sucumbiendo por 7-0 en el partido de ida en la capital valenciana.

Campeón de Liga en Les Corts

Veinte días antes de la eliminatoria copera ante el Barcelona, el Sevilla se había proclamado campeón de Liga, precisamente ante el club azulgrana en el antiguo campo de Les Corts. Fue el 31 de marzo de 1946. Era la última jornada y ambos equipos se jugaban el título en ese partido. A los sevillistas les bastaba con un empate, no así a los barcelonistas, que sólo les valía la victoria. Cincuenta y cinco mil espectadores abarrotaban el feudo azulgrana, animando sin cesar al equipo local pero, en medio de la masa barcelonista, alrededor de mil sevillistas llevaban en volandas a los suyos. Ramón Encinas alineó a Busto, Joaquín, Villalonga, Alconero, Antúnez, Eguiluz, López, Arza, Araujo, Herrera y Campos, un once que pasaría a la historia como el que conguió la primera y, hasta hora, única Liga en las vitrinas del Ramón Sánchez Pizjuán. Pronto se adelantó el Sevilla, apagando las ilusiones culés de ganar el campeonato, cuando a los cinco minutos de partido, el Stuka Araujo envió al fondo de la portería, de un cabezazo, un balón que le envió Pepe López. El Barcelona consiguió empatar a los veinte minutos del segundo tiempo, provocando el delirio en público local y sembrando la preocupación en el equipo sevillista. Pero no llegaría a más. El árbitro pitó el final del partido y el Sevilla se proclamó campeón de Liga con treinta y seis puntos, uno más que los azulgranas.

Fue el capítulo más importante y emocionante en la historia del Sevilla hasta nuestros días. Una época dorada en la que era normal ver al Sevilla entre los dos o tres primeros clasificados en la Liga o jugando finales de la Copa de España, ganándola en tres ocasiones, la última en 1948, goleando 4-1 al Celta en la final. Esta trayectoria exitosa de los nervionenses se prolongaría durante toda la década siguiente, quedándose a las puertas de la conquista del título de Liga varias veces. Asimismo, llegaría a disputar la Copa de Europa en la temporada 57/58, donde sería eliminado por el Real Madrid en cuartos de final, convirtiéndose en el primer equipo andaluz en jugar una competición europea y el tercero de España, después del propio Real Madrid y el Athlétic de Bilbao. Ahora, el Sevilla vive una segunda edad de oro, ha recuperado su reputación y le ha devuelto el color a las antiguas fotos amarillentas en las que se le veía levantando títulos.

 

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